Soy esa nube, gigante y lejana. Cada curva mía se desdibuja con el gris potencial del cielo, deprimente, melancólico y divino. Me desdibujo en los márgenes y me confundo conmigo mismo. En el centro el color es mucho más oscuro, turbio y lejano… difícil de alcanzar. En el centro es donde me ilumino con rayos, relámpagos y luces magníficas.
Lluevo. Mis lágrimas son gotas gordas que caen con gran estruendo en las calles de la ciudad; gotas grandes que lastiman a los transeúntes al caer, mientras pasan, mientras viven.
Mi pequeño universo está empapado porque perdí la fuerza para retenerme. Pero sólo soy humedad. Sólo soy molestia.
Es la noche y es entonces cuando la luz de bronce reconoce a los entes feroces que vagan errantes por las calles vacías de sentimiento ajeno aunque llenas de amor voraz.
Yo ya no soy nube. Ahora soy bruma.
Translúcido y veloz, recorro cada parte de mi cuerpo, pero no me reconozco. Estoy destrozado. Acuáticas esquirlas componen mi cuerpo suspendido. Me esfumo en la visibilidad de las lámparas que luchan por hacer llegar sus fotones al suelo. Soy el agua que trae el frío.
Como bruma que soy me abrumo y me potencio. Quiero volver a ser nube, fuerte y oscuro, lleno de agua, lleno de vida. Ahora soy otro. También soy el mismo.
Ruedas giran sobre el pavimento mojado a buena velocidad.
La gente pasea por la calle. Están abrigados, abrazados.
Los restoranes, bajo cálidas luces tenues, recibían a sus comensales.
Niños juegan en la acera.
Un gato cruza la calle corriendo. Un gato gris.
La vida sigue a pesar mío; a pesar de mí.
Mi mismísima forma se mimetiza con la tristeza. ¿O acaso soy la tristeza materializada? Sin embargo no soy suficiente para importar.
Me siento débil y enfermo. Mi cuerpo está separado de sí mismo. Hace calor.
¡Veo el cielo! El verdadero color. Ya no tengo fuerza para esconderlo. En el horizonte, donde la tierra frena, se pinta de colores magníficos. Veo un degradé desde el amarillo brillante hasta el azul más intenso. La intensidad sube y me resignifica. El coronado sol asume su posición estelar, lo que significa mi muerte.
Ya no puedo ocultarte, no puedo negarte ni matarte. Tu calor me seca y me evapora. No conozco mi futuro.
Ahora soy rocío, y lo poco que queda de mí será alimento para la vida.
Epílogo
tuve un sueño donde fui feliz
tuve un sueño donde
me abrazabas
te abrazaba
reíamos
tuve un despertar maleducado
tengo una poesía maldita
tengo el recuerdo de algo que no pasó
tengo un recuerdo
que habré de construir