Un ojo de bronce se eleva

desde la profundidad,

oculta por el horizonte.

El reflejo aún es tenue.

La ciudad padece

un ensueño galáctico.

El designio natural ha decidido alternar

la melodía.

Más de un bandoneón 

suena en los árboles

abriendo y cerrando las alas.

Apaciguando el diálogo de los seres oníricos.

En la quietud del comienzo retornable

el espejo, se vuelve más claro.

Múltiples bocas aladas silban un sonido dulce

en el reflejo de los recién amanecidos.

Y las damas de blanco, con su perfume Libertad,

habiendo cambiado sus vestidos 

rosados ,naranjas, violetas y oscuros,

gozan de deslizarse como números

alrededor del broncíneo reloj,

marcador de las horas de los antiguos.

Soles naranjas,

ambiciones de luz 

unidas en broche 

a tallos,

se despliegan hacia arriba, iluminadas.

Aviones biológicos salidos  de un museo,

surgen ,

vienen de ningún lado,

existen al cruzar el corralón.

La melodía del año ha comenzado.

La banda Natural está tocando

 su armonioso Aroma. Los colores en el verde

comienzan a despertar.

Sonido ambiguo de la ciudad funcionando.

Naturaleza que ignora la ciudad.