Bostezo, fatigado, esperando respuestas a dudas que recorren las paredes de mi mente, jugando una partida de ping pong con ellas, dejándome inmóvil, resumiéndose en dos cuestiones, no tan simples…

Deber y querer.

Las cuales chocan y friccionan entre ellas, en una especie de guerra fría conceptual que usa la moralidad de intermediario.

Pero cuando se condimenta con sentimientos encontrados, se convierte en un asunto bélico, cual bomba atómica explota desmesuradamente en un querer constante frenado por una pared grafitada de moral que cuestiona ¿Debo o no?

No tienes una idea las veces que has sido el detonante de este conflicto semántico, cuantos intentos del deber por querer cortar de raíz lo mucho que te quiero, pero al final, la palabra razonada no fue capaz de sobrepasar el sentimiento pasional.

Todo queda entre rondas, en aquella dubitativa pelota en juego que va y viene, mientras uno queda expectante para ver en que lado de la red se quedará.