Amedrantado por serenatas familiares, gozo de la infame nebulosa del destierro, desangrándome por punzadas que algún día compuse. Expiándome en una vergonzosa purga, semejante a violación, despojando mis bienes, arrancándome mis lemas, ahora yacidos en labios desconocidos, posiblemente indignos, ensuciando las notas más puras que pudimos parir.
Abortaste la canción que un día te escribí, para fecundar tu boca con ella, intentando adoptar un sonido no replicable. Soberbia imitadora, deseando honestidad, ignorando su carácter de lujo sólo otorgable al emisor, rezagando la falsedad para los oyentes mendigantes de migajas, cuyas los acerquen a tal virtud.
Melodioso karma.