Pereciendo de hipotermia, culpa del frio de una ausencia, sobreviviendo a duras penas por el calor de un recuerdo ofreciendo un falso reencuentro que me deja poco cuerdo, y a su vez le hace bien a este maltratado corazón.

Quisiste susurrarme, me acerque para escucharte y entonces me gritaste. Me costo entenderte, te pedí que repitieras y concluiste diciéndome nunca jamás. Pregunte ¿Por qué? Cerrando con un sí, mientras anhelaba una negación.

Yo armaba la cama, cuando tú la empacabas. Te prepare el desayuno para poder charlar, y quisiste cenar. Eran momentos diferentes, también sentimientos.

Te ofrecí una noche estrellada, vos en respuesta, me deseaste un día soleado. Tal vez no era la hora indicada, hacía tiempo que el reloj (al igual que tu persona) no tenía energías para seguir.

Decidí ir a esa playa, vos simplemente irte. Tuvimos ideas distintas, pero sobre todo distantes.

En el camino vi tus huellas bien marcadas en la arena, hundiéndome en ellas. No obstante, satisfacción sentí al recordar que no hay pozo que el agua no logre tapar. Quizás solo necesito un diluvio (cuasi milagroso) para olvidar o morir ahogado.

¿Será un remedio o algo a remediar?