La humedad se esmera decorando la pared, prediciendo una inundación. El cielo se va contagiando del panorama, derrochando días, penumbrosos, cuales comienzan a pecar de palíndromos. Cada vez con más facilidad, los suspiros se van convirtiendo en burbujas de ahogado. Qué difícil es distinguir una nube pasajera de un diluvio cuando la lluvia se diluye entre lágrimas. Rezando para que “la suerte no esté echada”, sobre este pavimento gastado, cual raspa al mínimo roce. No obstante, se van terminando las oraciones para este falso profeta, quien se llena de arrepentimiento, por nunca haber aprendido a nadar, en los mares dominados por turbulentas angustias.
Si tiro la piedra ¿Cuántas veces rebotará antes de caer?
Tal vez 22, ojalá que más.