Indoor plant

La luz entraba por la ventana, iluminando de anaranjado claro el pequeño frasco donde estaba creciendo, lleno de agua, aislado.

Crecía allí, en el medio de la soledad. La raíces sin lugar firme se esparcía sin respiro buscando dónde anclarse. La nada, el vacío lleno de agua.

Las hojas de un verde oscuro lleno de vida, crecían y se reproducían más rápido de lo que debían.

Pronto el frasco quedó chico y a su vez dejó de buscar un lugar donde enraizarse. Pero al mismo tiempo, sus hojas se tornaron amarillas de a poco, dejándose morir a medida que el tiempo pasaba.

El sol subía, los pájaros aparecían en la ventana, las hojas de los árboles bailaban con el viento, el sol bajaba y las estrellas dejaban ver su esplendor. Y como el día se iba, se iban los colores de las plantas, cambiaban a medida que pasaban los días y ella observaba desde su lugar cómo el mundo vivía una vida que no era la suya.

El agua que la contenía se renovaba cada semana pero luego de un tiempo dejó de darle lo necesario para sentirse conectada, viva. Pero si hubiera querido, ya no podía vivir con las demás, al sol, con el viento chocándola y haciéndola bailar, sus raíces ya eran demasiado débiles, la tierra era demasiado consistente y pesada, no la iba a soportar. Sabía que si escapaba de ahí, en el mundo no podría durar.

Asique los días pasaban, el sol subía, el viento chocaba con las hojas de las rosas que comenzaba a volar por aquella corriente invisible, danzando rojizas por el aire como vestidos de flamenco. El ruido que hacía entre las ramas de los árboles, cómo de un mar invisible que atronaba en el aire, mientras el cielo se volvía rosa, naranja, rojo. Y la noche se veía comenzar, cuando las estrellas y la luna aparecían en el cielo mientras los colores se fusionaban y dejaban entrar la oscuridad. Y seguía sin ser parte, de nada, de todo. 

¿Que seré yo en este mundo, dónde solo mís ojos han experimentado la vida? ¿Qué será de mí si me largo intempestiva a vivirlo todo?

La palabra

Para mí Dios existe

porque la palabra

               Dios

 existe.

Nombrar da existencia,

por eso todo lo que no se nombre no existe.

Las palabras son poderosas,

tienen el poder de dar existencia a las cosas,

a las personas,

sin las palabras todo sería carente de vida.

Las palabras como los átomos deciden 

qué o quiénes merecen la existencia.

Backyard o jardín interior.

La tristeza.

Mí tristeza.

No era negra, ni gris, ni viejo azul

¿De qué color es tu tristeza? 

me preguntaron por ahí.

La tristeza, mí tristeza

era lila, con flores naranjas

de muchas formas y tamaños,

llevaba tanto tiempo conmigo que

había hecho un jardín de raíces

en el patio de mí mente,

no estaba mal hacerse amiga de ella,

me había acompañado tanto tiempo que

¿Qué iba a ser sin ella?