estoy tubérculoso de caricias ajenas,

se me gangrena toda esta piel

que vos no tocás. 

¿y qué hace uno para sortear la hambruna de tus dígitos?

si otras falanges a mí 

no me van a llenar, 

nunca me llenan.

mi sombra de fantoche sin rima

ni estrofa con elocuencia, 

se cerciora de tocarte, 

procura trazar y bosquejar

tu monotonía, tu vergüenza 

y tu pena inconsolable

con su lingüística siniestra.

tendones de sal,

dígitos erosionados por este poema que se anida a mi alma

como salitre de mar que descompone

cada una de mis fragilidades.

te las voy emperifollando

nunca fui habilidoso con las manualidades,

pero mi corazón se envuelve

en celofán de letritas presuntuosas, que procuran empalagarte

y amustiar la inundación

en tus pestañas angustiosas.

no solo te ambiciono someter en mi prosa despelotada, sinó también. imploro nuevamente a tu benignidad.

dame de tu amparo,

colaborá con este cuerpo

que habita en metástasis de vos

de tu ausencia visceral.

defendeme, auxiliame un rato

con tu caridad paliativa.

garganta con sed de intimar,

rehén de cuervos famélicos

que se van alimentando

de mi beso absurdo

te suplica mi voz,

me dejás fecundado

en tu pulpa avinagrada

entre plegarias y aullidos febriles

yo te verso.

yo,

te

verso.

decía la Pizarnik: “y que de mí no quede más que la alegría de quien pidió entrar y le fue concedido”.

¿y qué puedo hacer yo? 

si hay una concavidad huérfana

en todo esto que a mí me constituye.

deshabitado me habrá dejado

algún varón cadavérico de afectuosidad. 

y de mí, que no quedó nada

más que la sabiduría

de perecer en la boca

de un transeúnte furibundo.

y que de mí, se exteriorice

esta carne repulsiva,

putrefacta de sí, domesticada

a un corazoncito carroñero.

¿qué se fecundará en este varón nauseabundo qué nada pareciera satisfacer tu gramática ateista? 

¡y yo! y yo que estoy condenado

a monopolizarme el pensamiento

con tu misticismo desmesurado…

te lo pido por favor, dale, che.

no me dejés dialogando en soledad 

no me permitás vos saberme foráneo

de tu lenguaje que me desnutre. 

cerceno mi carne melancólica

bocanada de alquitrán prensado

incertidumbre desértica que recita;

¿qué tendré yo

qué solo he de saber sucumbir ante aquellas particularidades que nunca deciden quedarse?