Estoy harta de las palabras
de leerlas, de estudiarlas,
de intentar llenar con ellas
abrazos nunca recibidos
y caricias nunca dadas.

Estoy harta de las palabras
y de amarlas tanto,
y de que me obliguen a aprenderlas
de memoria,
en latín y en otras lenguas
tan muertas como sus significados.

Estoy harta, cansada, abatida,
podrida
de esperarlas
de contarlas,
de pedirlas,
de perderlas.

Estoy harta de las palabras
que no son un latido bajo mi oreja,
ni un pecho caliente bajo mi mano.
Estoy cansada, del dolor,
y de no poder sacarlo con palabras.

Encantada con su uso,
harta de su ignorancia,

porque las palabras ignoran
cuánto deseo estar
tirada al sol, para siempre
besada,
y nunca podrán jamás
ser una siesta
en medio de una tarde de lluvia.

Mientras ahora estudio palabras
de dónde vienen, a dónde podrían ir
hay alguien besando
comiendo, mirando,
bailando, hay alguien cogiendo,
sonriendo, amando,
y yo, simplemente,
diciendo,
¿Qué?
si queda tanto por decir
y tan poco que pueda ser dicho.

Estoy harta de las palabras,
cansada, podrida,
no me hablan, no me preguntan,
no me miren, no esperen que diga,
que este lenguaje, que es mío,
que me terminaron por hartar.

Una mirada,
o un
encontronazo.
Un disparo directo a la lengua.
Quiero aprender
a hablar
sin decir.
Sin usar,
palabras gastadas.