La relación objetiva-subjetiva no interesa a Lucas; en un caso como en otro, términos definidos escapan a su definición
Llegué a tiempo
(¿llegué a tiempo?)
Para escribirte escribiéndome,
para leerte entre píxeles.
Por suerte te escuché entre mis bibliotecas,
por suerte reconocí tus intrapolaciones,
por suerte hablás suave
y supiste
susurrar al tono exacto
encajando tu voz prolija y correctamente
en las ondas sonoras para que puedan
reconocerte mis oídos
y pongan a dormir mi estrés
en tus frases de medianoche
pidiéndome que te hable en francés:
«Bonne soirée bébé»
Just write.
A vos no te asustan los basurales de explicaciones,
no te precipitan los diccionarios
ni escapás a las intensidades,
no se te pierde la música
ni se te escapa un crepúsculo,
te perfumás, te peinás, te vestís
y nunca
dejás de ser arte.
Y ahora también me enviás una de tus musas
a que me converse unas horas.
Si fuera por vos
prestarías estética a una margarita rodeándose por botellas;
si fuera por mí
le arrancaría un par de kilómetros al grisáceo de la ruta
aprovechando que tu sensibilidad desafía cualquier ciencia,
aprovechando
que nada irrumpe tu simetría cromática.
Te regalaría un alba para que pintes por Romero;
te pasaría a buscar,
si por vos enfrento las ciudades grandes y la humedad;
te regalaría incluso algunos pescaditos de oro
y cuando me pregunten
cuál es la causa
de que esté, de nuevo,
dichosa por imaginación más que por contacto directo con la realidad
entregada al arte de perder la memoria y no buscar otra causa
yo respondería
«Un tal Lucas».