LiteraturaSociedad

cuerpopalabra

El cuerpo,
deseoso de [re]vivir,
quizá fue solo eso:


un departamento vacío
que anhela ser habitado


que ocupa un espacio,
pero es desgraciado,


que implora el respeto
y obtiene secretos,


que es admirado
y, a la vez, repudiado,
es escupido
y también es temido.


El cuerpo, entonces,
experimentado de dolor,
para tantos,
es nada.


Pero, artífice sagrado,
si hay algo que aprendí
es que las palabras y el cuerpo
tienen la misma fuerza y el mismo sueño
que un río enfurecido.


ambos por sí solos
son sus dueños
y el amor,
blanco y empíreo,


rebalsa las orillas
de lo efímero
porque las palabras y los cuerpos
inundan con su voz


y reclaman
abrir alma y cielo,
desenterrar a los muertos
y volverse extranjeros


de los restos
de aquellos vacíos,
crucificados y descampados,
que no tienen corazón.


Vivir en los márgenes del deseo y la cobardía es sinónimo de morir ahogado y aparecer en las fronteras de tu propia culpa.

Antonella Gonzalez Niz

melómana

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