Se han creado las instrucciones para llorar y seguro todos sabemos cómo. Motivos hay muchos, innumerables causas por las cuáles nuestros ojos empiezan a despedir esa especie de líquido que a simple vista es transparente y sin ningún tipo de complejidad. Sabe a agua hirviendo, si es que podría ser considerado un sabor, ¡quema! Pero al caer sobre las mejillas no lastima. Extraño, ¿no? El dolor es engañoso, tiene planes malévolos para nosotros… simula salir tras gritos o llantos, pero al final siempre queda atorado.
Ya me encontré con miles de personas afligidas, arrastradas en el piso y descompensadas, no podés ni consolarlos porque palabra que digas hiere susceptibilidades y se angustian, después quedo como un desalmado, ¡no! No me gusta poner el dedo en la llaga, solo en lo que está supurando, prefiero echarle alcohol y que descarguen su impotencia gritando.
Definitivamente se tomaron a pecho las instrucciones, práctica que llevan a cabo desde que sale el sol hasta que desaparece… y cuando reaparece extrañan a la luna, y cuando la luna vuelve se deprimen:
— ¿Dónde está el sol en estos días?
No me sorprendería encontrarlos tirándose limón para llorar con más fervor.
— ¡Ay! ¡Ay! ¡Por qué!
¿Qué carajo se preguntan? A esta altura ya no sirve de nada descubrir la etimología…
—Señora, su canario se murió hace doce años.
—No interesa, el dolor no desaparece nunca, hace estragos con las emociones, quiebra la coherencia, es como una estaca clavada cada once de marzo.
—Pero… ¿no había fallecido el veinticuatro?
—Son números parecidos, siempre me los confundo.
La tierra se volvió un océano infinito, no hay dinero que absorba males, no hay bienes materiales, ni juegos, ni diversión, ni deportes, ¡siquiera actividades! Solo gente admirando su propio desastre. Se sientan sobre los paraguas para que el piélago termine por inundarlos, y escurrir el rímel entre tanto. Prueba que exhiben como anuncio de sus llantos, ¿qué es?, ¿una competencia? ¡Entre tanta tormenta esperan que los parta un rayo! Pero suplican continuar con vida, ¿para qué? Para seguir llorando. Alegres por ser asaltados, brindan por su alcoholismo y después aseguran:
—Soy un tipo con problemas.
Mientras llevan un cartel en sus mochilas que les recuerda: debo beber a las 11:30.
Buscar las lágrimas es un recurso muy utilizando, van comprando penas como si se tratara de remeras:
—Sí, dame la negra.
—Señora, las penas no tienen colores.
—No importa.
Expectantes, desesperados y alterados por obtener el premio de… “el más sufrido”, el desgraciado y amargado debería ser yo por escucharlos.
Ya tienen las mejillas inflamadas de tanta reiteración, comienzan a pinchárselas con el tenedor. Suplicio inexistente tomando la forma física de diversas calcomanías que dicen:
«Solo los fuertes lloran en público».
Si fuera así ya serían un «ejército de Hércules», fornidos, vigorosos, ¡corajudos! Se la pasan llorando y contándole sus penas hasta a un ladrillo.
Será que el ardor es placentero, será que les excita esa lluvia de pestañas, ¡cayendo! Refregadas por sus cuerpos, quizás aman masticarse y tragarse así todos sus sueños.
No hay nada más hermoso que llorar frente al espejo, ver la imagen del sufrimiento individual, cruzando las barreras de las gesticulaciones, redescubriendo maneras de herirse y avanzar.
Todos sabemos cómo llorar, lo difícil e inaccesible es parar, ¡dejar de hacerlo! Y… ¡la angustia se acumula en el cuello! Parece que todavía tenés un manantial dentro, congoja que se asimila únicamente a un colibrí perforándote la laringe, exaltado en hallar polen en tu intestino grueso. ¡No colibrí de mierda! ¡No hay dulzura en estos fraudulentos intentos de humanos! No busques más, andáte con las florcitas bellas y perfectas, que no sufren un carajo y están todo el día festejando. ¿Por qué no te desquitas con ellas? Pero no, claro… siempre hay que pegarle al que ya está aplastado.
Debo descubrir porqué nadie puede detener el llanto, pero es difícil si yo mismo no sé por qué mierda estoy llorando. Veo un cerámico roto y ya estoy para consumir cinco antidepresivos juntos, ¿será contagioso? Mejor ni les cuento el día que ví una comadreja pariendo, una de las dos o estaba llorando por la desgracia que es nacer en este mundo torturante que te pega y te pega hasta desfigurarte, o quizás por la emoción, ¡quién sabe!
Ahora bien, pensemos un poco… ¿Por qué lloramos? ¿Será que alguien lo instaló como sano? Lo que pasa es que siempre olvidamos ese pequeño detalle… ¡todo en exceso es malo!
Tengo la certeza, luego de exhaustivas investigaciones, que un estúpido estaba aburrido, tirado en el sillón de su casa, y dijo:
—Cuando no puedan hacer nada solo lárguense a llorar.
Y como acá somos una manga de vagos lo adoptamos en la cotidianidad.
Lágrimas contenidas y liberadas, lágrimas dulces y saladas, ¡a ustedes les hablo! ¿Pueden secarse un segundo y no molestar? Claro, porque si ustedes, adictas a estar mojadas y húmedas, no estarían molestando la historia sería otra.
Instrucciones para dejar de llorar:
1) No pienses en lo que te provoca el llanto. Suena obvio pero por las dudas… siempre puede haber un masoquista escuchando.
2) No te mires al espejo a veces da placer ver tu propio sufrimiento.
3) Prohibido abrazar a los peluches, y para aclarar (hecha la ley hecha la trampa) tampoco vale abrazar al perro, le duele si lo apretás.
4) No te refriegues cebolla en los ojos.
5) No respires, vas a notar que el llanto puede cesar (Es broma, prohibido intentarlo en casa).
6) Quitá la música que contenga letras como: “Dejáme llorar”, “carita empapada”, y ya en casos extremos: “y llorar, y llorar” aunque no parezca el exceso de esa palabra influye.
7) Una de las más importantes: ¡No te victimices!
8) Pensá que todo va a pasar, disfrutá de lo que tengas y tratá de ser feliz.
Ahora que ya terminé con la explicación, con esta frustrante pero necesaria introspección, y por supuesto con las instrucciones huidoras del sufrimiento voy a llorar solo en silencio. No acepto pañuelos me gusta sentir las lágrimas hasta en el cuello.