Bitácora de un duelo – Parte I (prosa poética)

#1

Quise hacer un poema y me di cuenta que, por el momento, los versos son insuficientes, muy cortos, para poder expandir los últimos vestigios de fuego que mi corazón va esparciendo. Cada vez menos fuego. Cada vez más cenizas. Quizás en un rato se me agoten las metáforas y tal vez en ese agotamiento esté rompiendo mi promesa de no ser dramática. Quiero seguir escribiendo lo que fue cariño para poder purgarlo y no se transforme en futura amargura, porque ese sentimiento echa raíz muy fácil y se disemina sin control siguiendo el recorrido de cada vena que recorre el cuerpo. Me niego a tener un árbol de ese tipo creciendo en mi interior.

#2

Mi playlits musical ya presentía como una profecía este preciso instante o, quizás, la inclinación natural que siempre tiene mi espíritu de advertir los pasos de tristeza que vienen en camino. Fueron veintidós días de suspenso y música gris, con esa clase de canciones que otra gente diseña cuando se siente de modo similar al que yo lo hacía. Me pregunto muchas veces “y ahora qué queda” y encuentro algunas respuestas: recuerdos oscurecidos, sensaciones marchitas en la piel, promesas podridas y un largo túnel en el que me espera, hacia el final, la luminosa promesa de que cuando pueda desligarme de todo esto que me queda, realmente voy a tener el ímpetu de decirle a cada persona que conozco que todo el mundo merece ser amado. Pero hoy no, hoy no puedo decirlo. Al final de este recorrido que me toca habitar voy a poder tomar esa promesa entre mis manos, alimentarme de ella y trasmitirla. Pero hoy hay un túnel que con las fuerzas de un bastón prestado debo comenzar a caminar.

#3

Juré no ser dramática, pero ¿cómo es posible cuando me han robado una arteria del corazón? Inútilmente anhelo que me la devuelva con un abrazo de regalo. Aunque ¿por qué mendigar un trocito de piel? ¿Sería mi cuerpo capaz de rechazarlo? Estoy construyendo un campo de fuerza de hielo tan ancho, que mi corazón solo se ve en el centro brillando a lo lejos con su fuego, como dentro de una caja de cristal fría y dura. Ahora mi alma labios violetas de hipotermia está nadando a través del río Aqueronte y no logra comprender aún su distancia repentina del verano.

#4

Sí, definitivamente creo que se me acabaron las metáforas. Solo me queda un cerebro retorcido de pensamientos y un huracán precioso en caos. Los pensamientos como recuerdos pueden ser un poco crueles, más cuando momentos hermosos se vuelven en tu contra, se hacen puntiagudos y se te clavan al alma en una seguidilla de puñaladas constituidas de aquello que algún día fue amor. Bueno, al pareces sí me quedaban algunas metáforas aún ¿Serán las últimas o habrá más? No lo sé. En realidad, no tengo idea de nada: a veces se siente desconcierto, otras enojo profundo. También hay momentos en los que no sé lo que siento, simplemente siento y mucho. Quizás, pueda hacer una escultura tormentosa para tratar de descifrar en ella, como una especie de reflejo, qué emociones estoy viviendo.

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