Introducción
La obra de teatro Calígula de Albert Camus fue escrita en 1937 y publicada originalmente en el año 1944[ Véase en la Bibliografía “Albert Camus y su noción del absurdo: un análisis de Calígula”.]. Su llegada a Argentina fue por medio de la Revista Sur en dos entregas consecutivas (marzo y abril) de 1946. Resulta de gran importancia destacar las fechas de publicación, debido a que estas permitirán ubicarnos temporalmente en su contexto histórico y destacar tanto lo filosófico como lo político en la lectura de la obra. A su vez, es preciso tener en cuenta que hacemos referencia a la traducción de una obra extranjera, lo cual supone una serie de interacciones entre elementos complejos que no se basan en la simple importación de un producto o mercancía, sino que, tal y como indica Pascale Casanova, se trata de “(…) un espacio regido por relaciones de fuerza tácitas que, sin embargo, conformarían los textos que se escriben y circulan por todas partes del mundo; un universo centralizado que habría constituido su propia capital, sus provincias y sus límites, y en el que las lenguas se convertirían en instrumentos de poder” (2001, p.14). En otras palabras, no implica solo el pasaje de un código lingüístico a otro[ Véase en Referencias Bibliográficas “Introducción”, La constelación del Sur- Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX. ], sino que también involucra condiciones socioculturales que propician la recepción de una obra y, a su vez, dan lugar a una interpretación desde la mirada del país receptor. Con respecto a este punto es importante mencionar los aportes de Even Zohar y Patricia Willson sobre el tema. Por un lado, Even Zohar destaca que
(…) las obras traducidas (…) se relacionan entre ellas al menos de dos maneras: por el modo en que los textos de origen son seleccionados por la literatura receptora (…); y por el modo en que adoptan normas, hábitos y criterios específicos (…). Dichas relaciones no se limitan al nivel lingüístico, sino que aparecen también en cualquier otro nivel de selección. (1999, p.224)
Por otro lado, Patricia Willson se refiere al ámbito de la traducción en el sistema literario argentino y hace referencia a aquello que involucra la circulación de un texto extranjero en una cultura determinada:
toda traducción (…) domestica, y es inteligible para el lector cuando este se reconoce a sí mismo, identificando los valores vernáculos que están inscriptos en ella a través de determinadas estrategias discursivas. Estas estrategias afectan distintos niveles textuales y paratextuales, y no solo el de las elecciones léxicas. Por otra parte, la domesticación no consiste únicamente en la reescritura del texto foráneo (…) sino también en el hecho de que la institución literaria seleccione, según ciertos criterios, aquello que tomará de la tradición extranjera luego de haber medido fuerzas imaginarias con ella. (2004, p. 13).
Por ello, no podemos eludir que trabajaremos con textos traducidos y es en esas mismas traducciones donde será posible llevar a cabo un análisis en tanto lectura político-filosófica.
El corpus estará compuesto principalmente por el texto teatral Calígula, el ensayo El Mito de Sísifo, cuya primera publicación fue en francés en el año 1942, y el artículo publicado en Sur “El artista es el testigo de la libertad” (1949), todos escritos por Camus. La metodología consistirá en partir desde algunas conceptualizaciones del absurdo, desarrolladas por el autor, para llegar a la lectura política en el campo de la literatura nacional, donde la interpretación de la obra teatral en la Revista Sur es fundamental. De este modo, se podrá ir destacando la vinculación entre las nociones del absurdo y lo político como elementos en correlato.
Se puede observar en el personaje de Calígula dos dimensiones: por un lado, en el plano filosófico, se encuentra su desarrollo individual en tanto pueden verse ciertos rasgos absurdos; por otro lado, en el plano político, se hallan las repercusiones que desencadenan sus decisiones irracionales como emperador sobre sus súbditos y su pueblo. En este sentido, la publicación en la Revista Sur no implica un completo corrimiento de lo filosófico, pero sí, más bien, un énfasis en lo político dadas las condiciones que acontecían en el suelo nacional para ese entonces: el gobierno peronista. Ello sumado a la postura opositora de la revista a este mandato político.
Calígula: conciencia individual y su repercusión política
A partir de la muerte de su hermana, Calígula sufre lo que podríamos considerar un “quiebre”[ Camus comenta: “Calígula, un príncipe amable hasta entonces, se da cuenta a la muerte de Drusila, su hermana y amante, de que la evolución del mundo no es satisfactoria” (2014, p.91).], ya que, en palabras de Escipión, se conoce cómo era el emperador antes de este acontecimiento: “(…) Era bueno conmigo. Me animaba y me sé de memoria algunas de las cosas que me decía. Por ejemplo, que la vida no es fácil, pero que están la religión, el arte, el amor que nos profesan otros. Solía repetir que hacer sufrir a los demás era el único error que uno puede cometer. Quería ser un hombre justo.” (Camus, 2016, p.14) De este modo, se puede ver que el protagonista comprendía la dificultad de la vida, pero tenía esperanza en la religión, el arte y el amor, lo cual nos lleva a considerar su lejanía de tener una conciencia de hombre absurdo, ya que en él la lucha y la confrontación entre los dos términos (lo irracional y el deseo de claridad)[ Todo lo que se puede decir es que este mundo, en sí mismo, no es razonable. Pero lo que resulta absurdo es la confrontación de ese irracional y ese deseo desenfrenado de claridad cuyo llamamiento resuena en lo más profundo del hombre. Lo absurdo depende tanto del hombre como del mundo” (Camus, 2007, p.50).] supone la ausencia de toda esperanza que le dé un sentido a la vida. A su vez, en esta esperanza se sustentaba el anhelo de querer ser “un hombre justo». Sin embargo, al morir Drusilia este sistema de creencias, que sostiene su esperanza, parece desmoronarse. Aquí vemos algo que también está presente en El Mito de Sísifo: la muerte. Tomar conciencia implica comenzar a tener noción del final de la vida humana, que conlleva a cuestionarse la razón de la existencia y, por lo tanto, sentirse extraño. El protagonista parece tener una cierta “claridad” a partir del suceso: “Esta muerte no supone nada para mí, te lo juro; simplemente me indica una verdad, una verdad que me lleva a desear la luna. Es una verdad sumamente clara y sencilla, y aunque sea un poco tonta, cuesta descubrirla y también sobrellevarla. (…) Los hombres mueren y no son felices.” (Camus, 2016, p.12) Esta muerte lo corre de la costumbre y le muestra una verdad. Pero, la respuesta a esa toma de conciencia no es la de un hombre absurdo, sino que da, lo que Albert Camus llama un salto debido a que se ubica en el lado irracional deseando algo imposible como la luna. Es así como Calígula en un principio tiene una razón de vida forjada por la esperanza que, luego, no le es suficiente al enfrentarse a la realidad de la muerte, por lo que a partir de ese quiebre, en el que se siente extraño al mundo, da una respuesta resolutiva al absurdo optando por lo irracional. Un hombre absurdo, en cambio, hubiese permanecido en el medio de los dos términos, ya que “no desprecia absolutamente la razón y admite lo irracional” (Camus, 2007, p.50).
Ahora bien, el protagonista sacrifica la razón al decir: “No soporto este mundo. No me gusta tal como es. Por lo tanto, necesito la luna, o la felicidad, o la inmortalidad, algo que, por demencial que parezca, no sea de este mundo” (Camus, 2016, p. 12). Al eliminar uno de los términos del absurdo, da un salto a lo imposible, que se distancia de cualquier evidencia y le hace anhelar cualquier cosa que “no sea de este mundo”. No existe en Calígula una rebelión para “vivir solamente con lo que sabe, arreglárselas con lo que es y no hacer que intervenga nada que no sea cierto” (Camus, 2007, p.67) y presentar batalla ante una realidad que le supera. Por el contrario, se entrega a su deseo demencial y ello termina por repercutir en sus responsabilidades políticas. No se enfrenta a la propia oscuridad, sino que hace de ella parte de la respuesta para intentar solucionar el absurdo:
Sí, el orden de las ejecuciones carece de la menor importancia. O, mejor dicho, esas ejecuciones tienen idéntica importancia, lo que implica que no la tienen en absoluto. Además, tan culpables son los unos como los otros. Por otra parte, piensa que no es más inmoral robar directamente a los ciudadanos que gravar con impuestos indirectos los artículos de primera necesidad. Gobernar y robar son una misma cosa, eso es del dominio público. Pero cada cual lo hace a su manera. Yo, por mi parte, pienso robar sin tapujos, notaréis la diferencia con los ladronzuelos de tres al cuarto. (Al INTENDENTE, con rudeza). Ejecutarás estas órdenes sin dilación. Todos los habitantes de Roma firmarán los testamentos esta misma tarde; los de provincias, en un mes a más tardar. Envía correos. (Camus, 2026, p.16)
Aquí se puede observar la interrelación entre lo filosófico y lo político, donde lo individual comienza a repercutir en el poder político del personaje. En otras palabras, lo irracional en la instancia particular se ve proyectado en su modo de gobernar. De este modo, toma decisiones de manera arbitraria y sin ningún sentido. Al desaparecer su esperanza de vida, también se borra su anhelo de “ser justo”, por lo que pierde interés en lo humano:
Una vez admitido que el Tesoro tiene importancia, la vida humana deja de tenerla. La cosa es clara y meridiana. Cuantos opinan como tú deben admitir este razonamiento y hacerse a la idea de que, puesto que para ellos el dinero lo es todo, su vida no vale nada. Por lo que a mí respecta, he decidido ser lógico y, como tengo el poder, veréis lo que va a costaros esa lógica. Acabaré con contradictores y contradicciones. Si es preciso, empezaré por ti. (Camus, 2016, p.16)
Del mismo modo, sentencia que va a “acabar con las contradicciones” lo cual le impide tener un pensamiento de hombre absurdo, debido a que este convive con ellas y las acepta como parte de este mundo. En la escena que le sigue uno de sus súbditos le dice: “Pero es un juego que no tiene límites. Es el delirio de un loco” (Camus, 2016, p.17). A lo que Calígula le responde: “No, Escipión, es la virtud de un emperador. (Se echa hacia atrás con un gesto de fatiga). Por fin entiendo la utilidad del poder. El poder brinda una oportunidad a lo imposible. A partir de hoy y en lo sucesivo, mi libertad dejará de tener límites.” (Camus, 2016, p.17). El personaje pretende resolver el absurdo a partir del poder político para lograr conseguir lo que sus deseos irracionales le indiquen. A partir de este punto, la obra comienza a desarrollarse en base a la relación entre el delirio y el poder, que se ve reflejado en las acciones y los diálogos del personaje principal, y en sus respectivas consecuencias en aquellos a quienes gobierna. Calígula ve el poder como un medio de hacer lo imposible, como intento inútil de lograr satisfacer sus deseos. Esto se acentúa por el hecho de que tiene el pleno conocimiento de que aquello que pide, como por ejemplo la luna, no es realizable y aun así lo exige. De esta forma, él llama libertad a la eliminación, prácticamente total, de los límites de la razón.
Con respecto a la libertad Camus menciona en El Mito de Sísifo que existe, por un lado, una ilusión de ella antes de encontrar el absurdo, donde se obra como si todo tuviese una finalidad en la vida; por otro lado, hace referencia a que, en cambio, la libertad del hombre absurdo implica un “desinterés por todo, salvo por la llama pura de la vida” (2007, p.73), en la que se trata de vivir lo más posible. En este sentido, el protagonista del texto teatral se complejiza:
No abogues, porque la causa ya está juzgada. Este mundo carece de importancia y quien reconoce eso conquista su libertad. (Se ha levantado). Y os odio precisamente porque no sois libres. Yo soy ahora el único ser libre de todo el Imperio romano. Alegraos, por fin tenéis un emperador que os enseñará la libertad. Vete, Quereas, y tú también, Escipión, la amistad me da risa. Id a anunciar a Roma que por fin se le ha devuelto su libertad y que eso inaugura una nueva era. (Camus, 2016, p.17).
Calígula tiene conocimiento de su libertad, en tanto experiencia individual, al mencionar el sinsentido de la vida y mostrar así la consciencia que posee de ello, por lo que en ese aspecto se aproxima a ser un hombre absurdo. Sin embargo, al querer extender esa noción a la población de Roma lleva a cabo una “mala libertad”, ya que “obsesionado por lo imposible, envenado por el desprecio y el horror, intenta ejercer, mediante el asesinato y la perversión sistemática de todos los valores, una libertad que, al final, descubrirá que no es buena” (Camus, 2014, p.91). Así, se termina por cancelar aquello que Camus considera como la libertad razonable del absurdo: “(…) todo su equilibrio se debe a la perpetua oposición entre mi rebelión consciente y la oscuridad en que forcejeo (…)” (2007, p.74). El protagonista no forcejea entre estos términos, sino que da un salto a lo irracional y por lo tanto, en este caso, también a lo oscuro. Incluso, según el mismo Camus, la obra es la historia de un suicida superior y es, justamente, el suicidio uno de los saltos que el autor describe en El mito de Sísifo. De esta forma, queda anulada definitivamente la posibilidad de que el protagonista sea un personaje que habite en la conciencia absurda. En el camino por el que lo lleva este salto, Calígula se vuelve un gobernante despótico a causa de su locura, por lo tanto en lugar de transformar en regla de vida lo que era una invitación a la muerte, como lo haría una conciencia absurda, hace de la muerte y el dolor de sus súbditos una regla justificada en lo irracional.
Lo irracional y el poder político
Cesonia en la Escena 11 le advierte a Calígula que lo que ansía es una locura, ya que pretende igualarse a los dioses y que no podrá cambiar lo justo y lo injusto del mundo. El diálogo continúa y podemos observar más claramente cómo lo irracional rige en las decisiones políticas de Calígula:
CALÍGULA (Con el mismo tono). Pues yo deseo cambiarlo. Quiero concederle a este siglo la igualdad. Y cuando todo esté nivelado, cuando lo imposible reine por fin en este mundo, cuando tenga la luna en mis manos, entonces tal vez yo mismo me transforme, y el mundo conmigo; entonces por fin los hombres no morirán y serán felices.
CESONIA (Gritando). ¡No podrás negar el amor!
CALÍGULA (Estallando y con voz llena de rabia). ¡El amor, Cesonia! (Asiéndola por los hombros y zarandeándola). Me he enterado de que no es nada. La razón la tiene el otro: ¡el Tesoro público! Acabas de oírlo, ¿no? Es la base de todo. ¡Ah! ¡Ahora sí que voy a vivir! Vivir, Cesonia, vivir, es lo contrario de morir. Te lo digo yo, y voy a invitarte a una fiesta inconmensurable, a un proceso general, a un espectáculo hermosísimo. Necesito gente, espectadores, víctimas y culpables.
(Se abalanza sobre el gong y se pone a golpearlo sin parar, con violencia).
CALÍGULA (Sin dejar de golpear el gong). Que entren los culpables. Necesito culpables. Y todo el mundo lo es. (Sigue golpeando el gong). Quiero que hagan entrar a los condenados a muerte. ¡Público, quiero tener mi público! ¡Jueces, testigos, acusados, todos condenados de antemano! ¡Ah, Cesonia, voy a mostrarles lo que nunca han visto, al único hombre libre de este imperio! (Camus, 2016, p.19).
Puede verse en el protagonista cómo al anhelo de lo imposible le sigue una decisión despótica, es decir, desea la luna para que no exista la muerte y para que los hombres sean felices; luego, hace ingresar a condenados a muerte. Cesonia por su parte trata de apelar a los sentimientos (el amor) y Calígula lo niega dándole importancia a lo monetario (el tesoro público). Ella es la voz de la razón que marca los “límites” del hombre (que no puede igualarse a los dioses) y los sentimientos como parte de la condición humana. Las respuestas del protagonista se asocian directamente con sus acciones políticas quedando, así, enlazado lo irracional a un régimen político violento como es el del Calígula: “necesita” culpables y cree que todos lo son. Utiliza su idea de “libertad” para ejecutar a personas aparentemente seleccionadas adrede y coloca lo monetario por sobre lo humano. Esto se reafirma en palabras del Tercer Patricio, en el Acto 2, Escena 2: “¡Ya sabemos cómo es! ¡Es el más demente de los tiranos!” (Camus, 2016, p. 22). Por lo tanto, la libertad irracional del protagonista se realiza en su tiranía.
Como ya hemos analizado, el personaje de Calígula tiene ciertos rasgos del absurdo pero no es un ejemplo de hombre absurdo. Su pensamiento podría entenderse en el sentido en el que lo menciona Quereas: “Calígula transforma su filosofía en cadáveres y, para nuestra desdicha, es una filosofía que no admite peros. Cuando razonar es imposible, no hay más remedio que atacar.” (Camus, 2016, p.23) Este es un personaje que se destaca en la obra por la sensatez al momento de planificar junto al resto el modo de quitar del poder a Calígula. En sus palabras se encuentra caracterizada esta relación, a la cual venimos haciendo referencia, entre lo irracional y lo político: “(…) No es la primera vez que un hombre dispone en Roma de un poder sin límites, pero sí es la primera que lo utiliza sin límites, hasta el punto de negar el hombre y el mundo (…) La tiranía puede combatirse, pero contra la maldad desinteresada hay que valerse de la astucia” (Camus, 2016, p.23). La irracionalidad del protagonista, es decir su maldad desinteresada, es sinónimo de tiranía a tal punto que resulta imposible considerar algún tipo de raciocinio de su parte. De este modo, puede verse que la demencia de Calígula, originada en el momento en que adquirió consciencia de la finitud, se expande generando más muertes en su imperio. No comprende la vida y su punto cúlmine, por lo que decide llevar a cabo por su propia mano el destino de muerte de su pueblo, haciendo de ella una norma que él rige conforme a su disposición y, así, transforma el sinsentido de la vida en la razón de su existencia. En otras palabras, Calígula tiene consciencia de la muerte por el fallecimiento de su hermana, pero no logra procesar la pérdida del sentido de la vida y, por esta razón, busca dar una solución al absurdo por medio de lo irracional y su poder político, es decir, replicando muerte y sufrimiento en sus súbditos. Al mismo tiempo, esa irracionalidad también surge de llevar la racionalidad a un extremo absurdo, como por ejemplo en la importancia que le da al Tesoro: “Escúchame bien, estúpido. Una vez admitido que el Tesoro tiene importancia, la vida humana deja de tenerla (…). Cuanto opinan como tú debe admitir este razonamiento y hacerse a la idea de que, puesto que para ellos el dinero lo es todo, su vida no vale nada” (Camus, 2016, p.16). Es así como termina por, incluso, darle mayor valor a lo monetario que a la vida misma.
Implicancias en la traducción de Calígula y su publicación en la Revista Sur
Para comprender mejor las condiciones de recepción de los textos de Albert Camus es preciso aproximarnos a lo que era el panorama histórico en Argentina y su relación con lo que ocurría en el mundo. En este punto es necesario volver a mencionar que tanto Calígula como El artista es testigo de la libertad, que trataremos a continuación, fueron publicados en la Revista Sur, no así El mito de Sísifo. Sin embargo, poseen algo concomitante y esto es la época en que fueron escritos, es decir, en la década de los años 40, periodo de guerra y posguerra.
Camus describe el estado de las cosas de su contexto, en El artista es testigo de la libertad: “El mundo que nos circunda está sumido en la desgracia, y se nos pide que hagamos algo. Pero ¿cuál es esa desgracia? (…) se ha matado mucho en el mundo durante los últimos años, y algunos prevén que se volverá a matar.” (1949, p.8) La Segunda Guerra Mundial, había dejado a un mundo devastado por el horror y la masividad de sus muertes. Había un gran recelo a los gobiernos totalitarios y nacionalistas, debido a su responsabilidad política y social de los grandes desastres. La aprensión generalizada puede verse en la afirmación de Camus y algunos prevén que se volverá a matar. De este modo, es evidente el clima caótico y temeroso que imperaba, no solo en las sociedades que habían vivido de manera intrínseca la guerra, sino también de aquellas que la habían observado externamente. Los países protagonistas de la guerra y sus gobernantes habían mostrado las consecuencias nocivas del conflicto: “(…) lo que busca el conquistador de izquierda o derecha no es la unidad, que representa ante todo la armonía de los contrarios, sino la totalidad, que es el aplastamiento de las diferencias.” (Camus, 1949, p.9)
La Revista Sur en sus inicios, en la década de los 30, se presentaba como un espacio apolítico, sin embargo, con el paso del tiempo esta situación fue cambiando: “En 1944 comienza la publicación de Editions de Lettres Françaises, en apoyo a la Resistencia francesa contra la invasión nazi.” (Fundación Sur, s.f.). Es así como su posición frente al mapa político internacional se fue delineando, por esto no resulta ajeno a ella el hecho de que artículos como el de Albert Camus hayan sido publicados en sus páginas. Además, fundada y dirigida por Victoria Ocampo, la revista tuvo gran importancia en la difusión e intercambio cultural donde “aparecieron por primera vez en castellano obras de Jung, Malraux, Virginia Woolf, D.H. y T.E. Lawrence, Heidegger, Jean Genet. E.M. Forster, Henri Michaux, Lanza del Vasto, Vladimir Nabokov, Robert Musil, Yukio Mishima, Georges Bataille, T. Adorno, Walter Benjamin.” (Fundación Sur, s.f.). Debido a estas relaciones con las literaturas europeas la revista se convirtió, como lo indica Gramuglio (2013), en una fuente inagotable de controversias hasta pasada la mitad del siglo XX, ya que en ese entonces Argentina se encontraba inmersa en medio de una discusión sobre los lineamientos de una “literatura nacional”.
Ahora bien, en el año 1946 asumió al poder como presidente Juan Domingo Perón, un militar cuya figura convocaba multitudes en pos de generar grandes cambios sociales. Enmarcado en un contexto mundial, Perón significaba para los intelectuales de la Revista Sur una amenaza política y social, ya que su política de masas les resultaba similar a los gobiernos nacionalistas y totalitarios que habían causado la guerra. El antiperonismo de la revista, en un principio, estuvo motivado por un temor basado, en parte, en el clima mundial.[ Particularmente en el caso de la Argentina estos sucesos históricos además de incidir en las fracturas del campo político, juegan un papel importante en la transición de la polarización ideológica al campo intelectual. De esta forma, la división entre fascismo y antifascismo (…) y de las cuales la revista Sur era críticamente opuesta, comienza a tomar aspectos más nacionales ante el surgimiento de la propuesta peronista dando lugar al antagonismo entre peronismo y antiperonismo. (Guzman, s.f., p.1).] En cierto modo, se veía en Perón una posible réplica autóctona de esos gobiernos.
En estas condiciones de recepción se encontraba la Revista Sur al momento de traducir y publicar los textos de Albert Camus. Por medio de palabras extranjeras fueron marcando, a través de su retórica, la posición política que habían tomado: “La desgracia es que estamos en tiempos de las ideologías y de las ideologías totalitarias, es decir lo bastante seguras de sí mismas, de su razón imbécil o de su pequeña verdad, para no ver la salvación del mundo más que en su propia dominación” (Camus, 1949, p.9). Para la Revista Sur la figura de Perón no era la de un líder político que buscaba cambios en favor de los trabajadores[ Como indica Juan Domingo Perón en su discurso del 17 de octubre de 1945: “Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción, pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Nación. (Diario Cafayate, 2015)], sino que era sinónimo de dominación.
Teniendo en cuenta el contexto en que se “importaron” los textos de Camus, con todas las salvedades necesarias que precisa ese concepto cuando nos referimos a obras traducidas[ Es necesario aclarar este punto recurriendo nuevamente a la cita de Patricia Willson, ya que nos permite comprender y complejizar lo que implica un texto traducido: “(…) toda traducción, hasta cierto punto doméstica, es inteligible para el lector cuando este se reconoce a sí mismo (…) la domesticación no consiste únicamente en la reescritura del texto foráneo en lengua comprensible y aceptable para la cultura importadora, sino también en el hecho de que la institución literaria seleccione, según ciertos criterios, aquello que tomará de la tradición extranjera luego de haber medido fuerzas imaginarias con ella (2004, p.13)], podemos comprender de un modo crítico las condiciones de recepción de Calígula en territorio nacional. De este modo, el protagonista del texto teatral, cuyas características principales son un gobierno despótico e irracional, obtiene una serie de connotaciones que permiten ver su personaje como una representación de gobernantes totalitarios y, en el caso de Argentina y según Sur, como una figura similar a la de Perón. [ De este modo, la retórica de la revista va dejando asentada su posición política por medio de la siguiente metodología: “A través de las citas que la revista Sur instala discursos propios previamente expuestos referentes al campo intelectual y político, se intenta afirmar una identidad ideológica autónoma y diferenciada. La operación consiste en citar no discursos de otros autores o escritores de revistas con ideologías similares sino argumentos puestos en escena en la misma revista en algún momento pasado poniéndolas en discusión con el contexto presente”. (Guzmán, s.f., p.2). Teniendo en cuenta esto, puede comprenderse con mayor claridad el rol que cumplían las publicaciones como la obra de Calígula y otros textos más ensayísticos de Albert Camus.sd]
La tiranía de Calígula tiene un origen filosófico, como ya hemos analizado, y de esta forma se explica la razón de que su gobierno sea irracional. En este sentido, el totalitarismo y lo irracional se ven íntimamente relacionados, ya que ambos son los causantes de una gran cantidad de muertes e injusticias. El tirano para Sur es un conquistador que “quiere que lo otro no exista; su mundo es un mundo de amos y de esclavos (…)” (Camus, 1949, p.13). Es así como los ilustrados de la Revista Sur veían en la polémica peronista/antiperonista una disputa intelectual en la que debían manifestar su oposición a Perón. Aunque, cabe destacar que, esta se daba en territorio nacional sin las repercusiones materiales como aquellas que habían ocasionado los regímenes europeos; por lo que, la interpretación de la tiranía del emperador Calígula, análoga a los gobiernos totalitarios, en este punto puede leerse como un tanto más alegórica que real con respecto a Perón, ya que la comparación que se realizaba del peronismo con los gobiernos europeos y sus consecuencias se encontraba en enorme disparidad con respecto a la realidad del país. Es decir, no había en ese entonces comparación posible entre la realidad fáctica de Argentina y los hechos ocurridos en la segunda guerra en Europa.
Camus dice sobre su obra: “se puede leer en Calígula que la tiranía no se justifica, ni por razones elevadas” (2014, p.91)[El comentario de Albert Camus a su obra Calígula fue publicado junto a otros escritos del autor en una compilación titulada Écrits libertaires (1948-1960).]. Muestra así su intención al escribir la obra: un gobierno irracional que causa padecimientos no tiene ningún tipo de justificación. También menciona: “La historia, y especialmente nuestra historia, nos ha gratificado después con tiranos más tradicionales (…) de los cuales Calígula aparece como un inocente vestido de lino cándido. También ellos se creían libres puesto que gobernaban absolutamente” (Camus, 2014, p.91). Teniendo en cuenta esto, la publicación del texto teatral en la revista asentó su posicionamiento, donde pareciera que el antiperonismo fuese una especie de resistencia a lo políticamente irracional, a un potencial, podríamos llamar, Calígula nacional. Siguiendo la misma línea, también se vio cuestionada la libertad, no la del hombre absurdo, sino aquella que cree tener un gobernante sumido en la demencia. La preocupación estaba en que la historia reincidiera una y otra vez en dar lugar a “Calígulas” que dominaran la población justificados en un discurso “del bien común”, tal y como ocurre con el protagonista de la obra al estar convencido de ver con claridad la verdad y que al infringir dolor en su pueblo le estaba mostrando parte de esta “verdad”.
En el Tercer Acto, escena 2, Calígula dice: “He demostrado a esos dioses ilusorios que un hombre, con solo proponérselo, puede ejercer, sin aprendizaje previo, su ridículo oficio. (…) Sencillamente, he comprendido que la única manera de igualarse a los dioses es ser tan cruel como ellos” (Camus, 2016, p. 42). Puede verse la relación que establece el personaje entre el poder y el modo en que entiende la libertad, al considerarse un ser que iguala a los dioses, pero no con la intención de utilizarlo meramente para gobernar, sino para ejercer la crueldad. Ello lo hace ubicarse no en el lugar que está del lado de la vida, sino del lado de la muerte. Esta oposición entre vida y muerte es fundamental en el plano filosófico, ya que en El Mito de Sísifo el suicidio no es una respuesta viable, más bien se presenta como alternativa la rebeldía de vivir una existencia sin sentido, ya que esto implica, como el mismo Sísifo, el “odio a la muerte y (…) apasionamiento por la vida (…)” (Camus, 2007, p. 134). Calígula no relaciona el poder de los dioses a la vitalidad, por lo tanto, al pretender igualarse a ellos y ejercer su ridículo oficio lo hace empleando un régimen despótico.
La composición de la obra no debe ser descontextualizada, debido a que, el momento en que Camus la escribió, la guerra aún no había acabado. Entonces, hablar de vida, en el sentido de rebeldía, cobra mayor relevancia si lo ubicamos en un marco histórico donde el fascismo estaba vigente y en el que, por este mismo motivo, se estaban viviendo conflictos bélicos y políticos. Por lo que aquí vuelve a resonar la relación entre lo filosófico y lo político, elementos de los cuales también se impregna la traducción que se lee en Argentina. Aunque, cabe destacar que en terreno nacional su interpretación se realizó con un acento mayor en lo político que en lo filosófico, puesto que las condiciones de producción fueron distintas a las de recepción. Es decir, el contexto en que Albert Camus escribió sus textos fue cercano a la guerra, con gobiernos totalitarios, y las muertes que todo aquello había generado. En cambio, Argentina no tuvo una participación activa en el conflicto bélico[ Argentina se mantuvo durante la Segunda Guerra Mundial en una posición de “neutralidad” hasta el mes de marzo del año 1945, unos pocos meses antes del fin del conflicto político-bélico, donde le declaró la guerra a Alemania y Japón, posicionándose del lado de “los aliados” (“Argentina en la Segunda Guerra Mundial”, 2020). ] y, además, Juan Domingo Perón fue un presidente elegido por elecciones democráticas. Por lo tanto, la revista tomó de los textos aquello que consideró necesario a sus fines opositores. Si bien no existía “peligro de muerte” bajo el gobierno peronista, había en Sur una disposición a enfrentarse artística e intelectualmente a un programa político con el que diferían en lo ideológico: “El artista distingue allí donde el conquistador nivela. El artista que vive y crea al nivel de la carne y de la pasión, sabe que nada es simple y que lo otro existe” (Camus, 1949, p.12). De este modo, tenían la intención de distinguirse de lo que el conquistador pretende nivelar, alejándose de lo popular y masivo que significaba el peronismo (y que consideraban como denominadores comunes a gobiernos nacionalistas y totalitarios), y de algún u otro modo ser esa “voz” de lo otro (la oposición, el antiperonismo).
Conclusión
En cierto modo, Calígula, El Mito de Sísifo y “El artista es el testigo de la libertad” fueron respuestas artístico-filosóficas a la coyuntura histórica de la guerra y posguerra, con un especial énfasis en tratar de diferenciar, entre otras cosas, lo que un gobierno totalitario entiende por libertad y lo que realmente es (en la filosofía del absurdo). A su vez, pretendieron advertir los peligros de lo irracional al emparentarse directamente con el poder. Por esta razón, es preciso no divorciar la relación de lo filosófico con lo político para poder comprender con mayor claridad la intención de los textos y, del mismo modo, ubicarlos en su marco histórico. La muerte, la vida, la libertad, la locura son nociones que forman parte de este cuerpo de escritos frente a un escenario mundial que así, en cierta forma, lo ameritaba y exigía.
Por otro lado, es de gran importancia contemplar los componentes que intervienen en el pasaje de un texto de su lengua original a otra distinta, ya que en ella hay elementos que se conservan y otros que se reinterpretan, lo cual está a gran distancia de ser una traducción “inocente”. La Revista Sur al traducir y publicar la obra de teatro Calígula y el texto “El artista es testigo de la libertad” lo hizo con una intención política, que poco acentuó lo filosófico, lo cual pudimos recuperar recurriendo a El Mito de Sísifo. Es preciso destacar que este ejercicio de traducción por parte de la revista deja al descubierto las relaciones, los intereses editoriales y las pugnas que se involucran en ella. En este mismo sentido, para los intelectuales de Sur uno de los instrumentos que permitió hacer visible y manifestar su posición político-ideológica fue el traducir textos extranjeros. Sin embargo, no es algo que atañe solo a la Revista Sur, más bien es algo que interpela a todas las traducciones involucrando diferentes elementos y propósitos, ya sean ideológicos, estéticos, políticos, literarios, entre otros. De este modo, la traducción de la obra de Albert Camus implicó la puesta en marcha del criterio editorial y la lectura receptora de Sur en clave política, pero cuyo entramado íntimamente relacionado con lo filosófico es necesario recuperar para emplear una lectura más nutrida de Calígula, ya que este nos permite, a su vez, ubicarnos en el marco histórico que determinó las condiciones de producción de la obra.
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Tengo 26. Soy de Bahía Blanca. Estudio Letras en la UNS.
Escribí un libro de cuentos y poemas «Contrastes, un poemario «Poemas Siniestros para un suspiro» (subido a Trafkintu) y «En el vacío también transcurren las horas» (también de poemas). Podés seguirme en insta @dama.rixx