En el siglo XVIII se rompió definitivamente la armonía social.
Hasta entonces no se estructuraban resistencias al monarca, ni se cuestionaba su poder. El destino de la realeza y la servidumbre se aceptaba con naturalidad. Esta armonía social descansaba en la idea de que Dios en persona, ordenaba políticamente a la sociedad, y obviamente no podía haber error.
Los ingleses, que no se llevaban bien con el Vaticano, pudieron introducir reformas al régimen monárquico absoluto en los albores de 1700. Y la revolución Francesa finalmente dió la estocada al final de siglo.
A partir de entonces se vive en una «sociedad del conflicto», ya no son los mandamientos de Dios sino los intereses económicos y sociales en pugna los que marcan el desarrollo de la civilización. Y quién crea que es posible una sociedad sin conflictos ni enfrentamientos debería apostar por algún un régimen totalitario.
Contrato Social
J.J. Rousseau, nos legó la Idea de: “Contrato Social”. La vida civilizada debía organizarse políticamente por la misma sociedad, dividiendo poderes. Encomendándose a Dios, pero sin consultarlo en temas de gobierno.
En síntesis:
– ¿El Rey?, ahora se lo podía elegir cada tanto. Ya no sería necesario asesinarlo con un puñal o algún veneno. Se podía cambiar, incluso llamarlo Presidente.
– ¿El pueblo?, También estaría representado: por los Diputados.
– ¿Y Dios? Bueno, su función de juzgar lo que está bien o mal se desdobló. Para las cosas morales siguen los curas, para las cosas legales estarían los jueces.
Rousseau propuso la poética noción de “Individuo libre”. De manera que idealmente; los hombres convenían en regular su vida social de acuerdo a parámetros establecidos previa discusión y resolución de sus diferencias.
Con todo lo provisional que el estado de “individuo libre” pudiera existir tras la Revolución Francesa, la del Contrato Social fue quizá la idea más luminosa e inspiradora que nos legó el gran filósofo para la posteridad.
Pero como toda gran idea, ésta demandaría tiempos históricos y no biológicos para su realización.
La Modernidad estuvo plena de imaginación en torno al concepto de Contrato Social. La Educación Universal era un requisito. También la Creación de Leyes y una Magna Ley por sobre todas para señalar qué rumbo se adoptaba y así empeñar eficazmente los esfuerzos de la comunidad.
La Democracia es naturalmente el ideal de esta visión porque contiene dos principios básicos:
1.-La alienación social descripta por Hegel, esto es: la enajenación de la propia voluntad cuando se trate de los impulsos básicos y egoístas de las personas; en beneficio del conjunto, que; en la sinergia de la organización, lograría objetivos que nadie por sí sólo podría obtener. Esto cumplía una paradoja de Hegel, en la que; restringir las libertades naturales nos ponía en camino a alcanzar otras liberaciones, bajo las formas de seguridad, alimentación, techo, paz, progreso, propiedad, legalidad, etc.
Y:
2.- Asegurar un orden social dinámico en base a la alternancia en el poder, con controles del mismo.
Se pensaba lograr así la actualización permanente, dotando al sistema de la posibilidad de retractación del rumbo, en un período de tiempo suficiente para ver los aciertos y los errores. Algo necesario para la potente Idea de Evolución que llegaba para iluminarlo todo.
El voto para elegir representantes era la palanca de cambio y a la vez válvula de descompresión.
Contrato Electoral
Para hacer efectivo el Contrato Social es necesario en los regímenes republicanos que haya un CONTRATO ELECTORAL.
Emile Durkhein planteó acertadamente que: “Sin cierta coincidencia de opiniones no puede existir la convivencia humana”. Porque así como la sociedad presiona al individuo hacia determinados comportamientos, la libertad de éste, pone permanentemente en jaque a la misma a través de su determinación.
Es casi imposible que una marea de personas que gozan de libre albedrío, se sometan voluntariamente a regímenes políticos cualquiera sean éstos. Por eso se discute previamente y se elige mediante el voto, por mayoría de apoyos, el rumbo a seguir.
Dado que nadie puede lograr la unanimidad general, se crean corrientes numerosas que coinciden en una cierta cantidad de puntos, intereses y métodos, para formar un Partido Político.
De arranque la noción de partido, refiere a una parte, una fracción. Se descarta de plano que un partido, por definición, pueda contener la totalidad de las ideas y los apoyos a éstas. La Democracia para contener a la totalidad de la opinión de un país, necesita de mecanismos de resolución de los intereses en la «Sociedad de Conflicto».
Un partido les dice a sus simpatizantes que objetivos perseguirá. Para lo cual necesitará de: A) su militancia, B) de su apoyo, y por último: C) de su voto.
El COMPROMISO del partido, es el de llevar lo más lejos posible los postulados que unifican a sus integrantes. Que eso hará si le toca gobernar.
Globalización
A partir de la Globalización; todo esto está en crisis. Principalmente por la aparición de factores que entonces no tenían el poder que han alcanzado ahora. Pueden manipular resortes poderosos que no quedan a la vista del conjunto.
Hay nuevos actores, que funcionan como individuos, pero son grupos perfectamente organizados. Con determinaciones claras en sus objetivos, al margen del conjunto y muchas veces en perjuicio del mismo.
Por ejemplo la idea de «opinión pública», vital en el esquema de Contrato Social, es reemplazada por la «opinión que se publica» sin máscara alguna.
Estos pueden, y muchas veces no; coincidir con el interés general. Incluso la sociedad compuesta por hombres previamente alienados por el conjunto, puede alienarse por segunda vez en subconjuntos que influyan en favor de parcialidades poderosas.
La distorsión del CONTRATO SOCIAL significa la vulnerabilidad ciudadana al suscribir el CONTRATO ELECTORAL.
Cuando el Partido se constituye alrededor de ciertos valores y una vez obtenido el voto, se dedica a hacer lo contrario, o a distorsionarlos, la Democracia se ha quedado sin garantías, ya no es un manto que cubre a todos.
En eso estamos en estos días. No ha habido actualización para evitar estas anomalías. No hay revocamiento de cargos por defraudación al voto, ni sanciones de ningún tipo, ni Institutos capaces de vehiculizar las quejas por incumplimiento y malversación del sufragio. El Contrato Electoral deviene en construcción vacía. Agrega a su carácter circunstancial, como herramienta de ensayo del más permanente Contrato Social, una peligrosa faz de falseamiento del objetivo último.
En estos días; lo que queda del Contrato Social de Rousseau, corre el peligro de ser un sueño del que en algún momento vamos a despertar.
¿Cuál será el costo de la Nuevas Reglas? Porque siempre hubo un costo, y bastante cruento. No sabemos.
Hasta ahora en cada crisis la humanidad ha echado mano del historicismo para hacer pie en una nueva línea de partida. Atento a que en el animal humano, el buen salvaje de Rousseau, todavía los instintos básicos están al mando de la motivación personal y colectiva. En tanto la Razón, se abre camino dificultosamente entre piedras y espinas.
El movimiento de Naciones, grandes corporaciones, bloques de éstas en permanente asociación, disociación e interdependencia, superan al buen salvaje, e incluso a gobiernos y corporaciones inmensas. Tal parece que la Democracia y la idea de Nación están en suspenso.
¿Hacia donde iremos?
Hay un caos peligroso al acecho. Dotado de gran capacidad de destrucción en manos de gente que escapa a todo control. ¿Qué motivación podrá unificar a la Sociedad del Conflicto globalizado para encarrilarse?
Comentarista de literatura clásica, de la historia y de la historia de la Filosofía. Autor de «Manual de Ordenanzas de Obras Públicas» y de «El Humor de los Sabios».