En los penales hay talleres que forman parte de lo que el servicio penitenciario llama “tratamiento”. Estos apuntan a lo que la ley de ejecución penal se plantea como objetivo de la condena: la resocialización. En varios penales hay , por ejemplo, talleres de murga.

En 2012, el director del Servicio Penitenciario Nacional, el jefe de todo, hombre del servicio penitenciario, formado en una estructura hiperburocrática, verticalista y autoritaria en la que está muy mal visto relacionarse con los presos con alguna empatía, patea el tablero de la institución y de su historia personal y decide compartir el taller con los presos.

Otra vez, más despacio. El director de todos los penales del país participó con los presos del taller de murga.

Para dimensionar lo revolucionario del acto, basta con leer los comentarios al pie de las noticias que cubrieron este evento. El odio visceral de la sociedad frente a cualquier cosa que suceda dentro de una cárcel ajena al odio, la tortura, la violación de los derechos humanos en general, marca lo vanguardista del gesto.

El servicio penitenciario es lo que es porque la sociedad festeja, celebra y exige que así sea. El servicio penitenciario es el menor de los problemas.

Creo que todo está ahí, en el gesto del director de bajar la guardia, aunque al principio te entren todos los golpes.