Tengo el cuerpo apretado, no dejo que el agua pase. 

Me sangran los labios, el estómago y los pies. 

Estoy afirmándome como puedo pero ya siento que me voy.

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Creo que mi cuerpo es impostergable, 

me cuesta demasiado irme a la luna,

 salir a tomar aire. 

Soy carne y esta carne arde. 

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Mi respirar es un grito perpetuo. 

Aprieto los dientes para aguantar el peso de mis latidos.

 A menudo creo que tienen alas. 

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El aroma de mis sentires es tan intenso que no me creo que no me sientan llegar desde lejos. 

El mundo me toca el interior del cuerpo con violencia, 

una mirada puede rasgar el centro de este pecho, 

yo no me creo que estos sean solo míos. 

Debo tener unos siete corazones escondidos entre los hombros. 

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No puedo dejar de repetir por dentro lo que amo. 

Mi fragilidad es una maldición, a veces, no voy a mentir.

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Quisiera estar montado de un caballo manso, 

y las lágrimas no vendrían con tanta facilidad, 

no temblara mi cuerpo ante la sola idea de que tú me toques, 

no emocionarme con la locura infantil del juego, 

o conmoverme tristemente por la soledad majestuosa 

de las montañas mientras la vida pasa 

y todo cambia a su alrededor.