I
Encuentro belleza en paisajes distópicos,
en los días grises
en el frío que duele
en las hojas muertas.
Encuentro mi voz en la sombra
en lo oscuro
en la hostilidad de la noche
que se impone amenazante.
Es que yo, como todos,
fui concebido de la Noche
de la Nada
del Caos primigenio
que da lugar a los días;
días que existen
a condición de morirse un poco.
La noche es la muerte y la vida
la antesala de lo nuevo
el reverso de las luces.
La noche engendra la belleza
como identificación o contraste
y desnuda las pretensiones
totalizantes del día.
Veo belleza en lugares oscuros
porque encuentro a la noche
en cada rincón de mi vida.
La noche, amenazante
la noche, diosa mía.
II
Llueve.
Las hormigas están como locas.
Ya han tomado la cocina,
empezando por la mesada.
No intenté detenerlas:
su persistencia no es humana,
y en vano trataría yo
de construirles un muro;
mejor dejarlas, sí,
mejor dejarlas.
Que se muevan, libres
y que lleguen, todas
a ser dueñas de la casa
y la cuiden
y me cuiden, de paso.
A veces no puedo cuidarme:
a veces vivo adormecido
y no siento más que la nada
que se posa en los rincones
de la casa
mostrándome el destino
de todas las cosas;
a veces no puedo cuidarme
porque todo es demasiado
y yo solo tengo un cuerpo
(las exigencias de hoy
no son aptas para un solo cuerpo).
Yo solo tengo un cuerpo
y lo siento, vibrante
que pobrecito intenta
seguir mis pasos ansiosos,
pero no puede
y se frustra
y sus ojos buscan
un faro, desesperados;
pero hay muchas luces,
tantas que el corazón se acelera
y los pulmones apenas
logran retener un poco de aire.
Entonces el cuerpo no respira
y parece averiado
por eso lo dejo quieto
para que se calme un poco;
y como no tengo otro
con el cual intercambiarlo
me quedo quieto y solo
y dejo pasar a las hormigas.
III
Y qué
y qué pasa
y qué pasa si me enojo
pataleo lloro grito
si volteo la mesa
y me voy con un portazo;
qué pasa si los gritos
me desgarran las cuerdas
y me desangro en llantos
que ahora son mudos;
qué pasa si me arranco la piel
en medio de la plaza
ante los ojos perplejos
de todos los transeúntes.
Nada.
No pasa nada.
Porque yo después perdono
porque yo entiendo
porque soy prescindible.
No pasa nada
porque en el fondo no existo:
soy una leve sombra
o un destello
con el cual juegan
porque están aburridos;
soy un adorno en la mesa
comprado hace años
que los ojos esquivan
buscando lo nuevo.
Ah, pero las copas
¡las copas existen!
y existen demasiado:
existen porque son leves
porque se rompen;
porque el mas mínimo movimiento
podría destruirlas.
A veces
quiero ser una copa
esbelta y frágil
fragilísima
para que los dedos
me sostengan con cautela
temiendo la caída
que me dejaría rota;
en cambio
soy este adorno viejo
esta reliquia
que hace tantos años
se viene cayendo de la mesa;
pero si me caigo no importa
porque soy más duro
porque las grietas son finas
y mantengo mi forma;
pero,
aunque no muera en mil pedazos
ni haga ruido de copas
las grietas siguen estando
y son muy dolorosas.
conjunto de incertidumbres
Había dejado un comentario diciendo que me gustaron estos poemas pero parece que no se publicó. En fin, me gustaron estos poemas.