Cuándo despierto apuñalo conejos, que saltan sobre la alfombra blanca de lana a los pies de mi cama.
Y en alguna parte olvidé mis llaves, siempre me pasa, y las busco, mientras de una galera salen mil más, abro la puerta como los peces abren la boca fuera del mar.
Huyen.
Escapan hacia la nada, al vacío del cielo sin sol.
Y mientras cierro la puerta para siempre, me invade la lluvia.
Decido salir a correr, ¿quién arruinaría un día de lluvia en paraguas?
Ahh.
Y me freno.
No abro, mantengo la mirada en las llaves que todavía no encontré pero que he recordado donde estaban.
Y me tomo dos minutos para respirar, entonces giro la llave, y este gigante blanco entra como si el tiempo dibujara olas de espuma, sin mar.
Y lo apuñalo sin pensar, sin rezar, sin esperar
Y en todas las ocasiones no emite murmullos, ni tonos, ni música, nada,
Parpadeo conejos, mientras la sangre cruza la puerta detrás,
Y cierro.
La poesía es el lenguaje del mundo.