Ausonio
Piernas entrelazadas,
juicio nublado de deseo,
mente ebria por cada toque,
los sentidos,
mareados de cuerpo.
El estímulo,
su aroma.
La cabeza,
la razón,
abismada
en ese edén secreto,
bajo el altar de su rostro,
y la piel,
ceñida
como sombra al cuerpo.
Mi amor,
la libertad no es fantástica.