Literatura

LOS HIJOS DE LA FINADA MIRCHEVA

Los hermanos Érica y Elías nos invitan al velorio de su madre, la finada Mircheva. Al entrar a la sala ya no somos espectadores —aunque tengo la sensación de que nunca lo fuimos—  ya que estamos incorporados en la obra, desde antes de sentarnos. Afuera, escuché a dos conocidos saludarse:
—¿Estamos en un velorio?
—Sí, llegaste justo. ¡Qué bueno que viniste de negro!

Este pequeño intercambio anticipa el juego que propone la obra: un teatro que borra los bordes entre ficción y realidad. Aceptamos la invitación al venir a compartir una ceremonia tan íntima, que convierte al espectador en parte viva del ritual.

Cuando comienza la obra, empatizamos con Elías, compartimos su dolor. Pero Érica entra en escena con otra actitud, y eso me lleva a preguntarme si es posible habitar el duelo de maneras distintas. El dolor es el mismo, pero puede manifestarse de formas diferentes. Los hermanos atraviesan una disputa que no los deja tranquilos: inquietantes ante el dolor y el rencor, la pelea pero también el compartir. Una ambigüedad que atraviesa la mayoría de los velorios, donde lo único que realmente se comparte es el dolor.

La música en vivo de Shleper Klezmer traza el recorrido emocional de la función: nos guía, nos envuelve, nos acompaña en cada transición.

La ceremonia nos conmueve, nos hace reír, reflexionar y danzar. Aunque parezca contradictorio, los actores invitan al espectador a unirse en un baile que simboliza tanto la celebración como el lamento. Porque la danza no es solo alegría: también es necesaria para la tristeza. En los momentos donde las palabras no alcanzan, es el cuerpo el que toma la palabra. Y ese cuerpo, atravesado por la pérdida, necesita moverse, temblar, sostenerse en otro cuerpo. Bailar es también una forma de llorar.

El cuerpo es libre para expresar cada emoción, y el duelo se funde con la alegría. La danza está presente en toda la obra, y la palabra solo aparece cuando el cuerpo ya no puede contener más. En ese momento de quiebre, el cuerpo reacciona, la música sostiene, y la palabra brota como un estallido: nace desde lo más profundo, como un grito de desesperación, de locura.

La finada Mircheva no es solo una obra: es una experiencia que se vive, se comparte y —como toda buena ceremonia— se recuerda. Una propuesta sensible y envolvente que puede disfrutarse en familia.

Ficha técnico-artística
Dirigida e interpretada por Francisco Mayor y Sofía Caporale.
Música: Shleper Klezmer, Claudeta Vul, Aldana Donofrio, Mario Dupont, Martín Espinoza Y Maxi Rochon.
Fotos y diseño gráfico: Facundo Sierra.
Esta obra cuenta con el apoyo de los centros culturales La Macanuda, El Espejo y La Panadería.

Keren Benitez

Tengo sentimientos muy randoms

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *