Conocí (en realidad esto es una metáfora) a Sharon Olds dos veces,: la primera fue a través de un poema suelto traducido por la revista Malón Malón de su libro Stag’s Leap: el poema hablaba sobre una mujer que junto a su amiga iban en auto recorriendo una autopista de algún pueblo perdido del sur: las sierras, el aire y la tarde invernal (creo que es en invierno) gana un espacio importante en el poema, pero estamos en presencia de algo que va más allá (es difícil definir que es); por eso, lo que leí me parecía hermoso y fatal y aún me cuesta difícil explicar a qué se debe . Después de eso busqué, encontré y leí el librito en una misma tarde. Luego, la volví a encontrar en Satan Says a través de la universidad de la mano de Sergio Raimondi: y volvió a ocurrirme lo que ocurrió la primera vez: un acontecimiento significante.

 Hay hechos estéticos, técnicos, y propios de su oficio que la reivindican cómo una gran poeta con todo lo que eso implica. Más allá de su trabajo estético que es reconocido en cada libro y que a su vez merece el reconocimiento de sus pares, lo que me impactó fue su invención mítica.

 Puedo hablar primero sobre su técnica: una confidencialidad narrativa para algunos, o una poética confesional, para otros. Pienso en Santiago Laich, cuando escribe qué Olds pertenece a la gran poesía de las pequeñas cosas en su métrica irregular. Emulando así a la democratización poética de Walt Whitman; una poesía vitalista y melancólica a la vez, que va al hueso poético del trauma y funciona como novela personal. Pensando en esta perspectiva, recuerdo un concepto definido por Kate Kalleway; donde reconoce que sus poemas se pueden leer como una narrativa en curso: un calendario de dolor. De igual forma, esta precisión narrativa que devela lo cotidiano es lo que Pound llamaba ‘detalles luminosos’: imágenes que revelan la esencia del mundo cotidiano y las emociones más profundas de nuestra condición: el sexo, la maternidad, los padres y la guerra; el cuerpo como experiencia principal y prueba fehaciente del ser, y el contacto físico como la manera más primaria del contacto humano.

 El segundo hecho significante está dotado de cierto misticismo: Olds tenía treinta y siete años cuando publicó su primer libro de poemas, Satan Says (1980); en el prólogo escrito por Victoria Scholnik se hace mención al discurso que la poeta da posterior a su publicación. Sharon Olds dice que existe una doble renuncia para la publicación de este librito. Por un lado, en la revista The Guardian, reconoce que cuando recibió el título del doctorado en Literatura Americana por la Universidad de Columbia, decidió cerrar un pacto con Satán por el cual renunciaría a todo lo que allí había aprendido a cambio de poder escribir poemas verdaderamente propios. Por otro, Olds nunca pensó que se dedicaría a escribir poesía; sobre todo porque tendría que traicionar a una lealtad familiar: la del silencio. Por eso Satan Says: en definitiva, es el resultado de ese pacto, y de esa renuncia.

 Mas allá de que esa invención mítica puede ser interpretada por momentos como una estrategia de marketing, hay un hecho: y es que Olds es una gran poeta con una voz particular. Por eso decidí hacer una selección de tres poemas suyos de dos libros diferentes: El primero, y el  Ultimo publicado en ordenes invertidos.
Sencillamente eso.

Stag’s Leap (2012)

Lo peor

De un lado de la autopista, las sierras áridas.
Del otro, a la distancia, los restos de la marea,
estuarios, bahía, garganta
del océano. No había puesto
en palabras, todavía – lo peor,
pero pensaba que podría decirlo, si lo decía
palabra por palabra. Mi amiga manejaba,
nivel del mar, sierras costeras, valle,
estribaciones, montañas – cuesta abajo, para ambas,
de nuestros años de juventud. Yo había estado diciendo
que apenas me importaba ahora, el dolor,
lo que me preocupaba era – digamos que había
un dios – del amor– y yo le había dado– había tenido la intención
de darle– mi vida– a él– y
había fallado– bueno yo podía sufrir por eso y nada más –
pero ¿Qué pasaba, si había
lastimado, al amor? Grité furiosa,
y sobre mis anteojos se acumuló el agua salada, casi
dulce para mí, entonces, porque estaba nombrado,
lo peor– y una vez nombrado,
supe que no había ningún dios, solo
personas. Y mi amiga se acercó,
hacia mis manos, que se apretaban una contra otra,
y su palma las frotó, un segundo,
con torpeza, y cortesía
sin eros, con la ternura del hogar.

Ser la que fue dejada

Si paso delante de un espejo, me doy vuelta
no quiero mirar,
y ella no quiere que la vean. A veces
no sé cómo hacer para seguir con esto.
En general, cuando me siento así,
al poco tiempo ya estoy llorando, acordándome
de su cuerpo, o de una zona de su cuerpo,
en general la parte de atrás, una parte de él
que recuerde, ahora mismo, deliciosa, sin tanto
detalle, y se aparece su espalda.
Después de las lágrimas, el pecho duele menos,
como si, dentro nuestro, una diosa de lo humano
nos acariciara como un manantial de ternura.
Me imagino que es así como la gente sigue adelante, sin
saber cómo. Me da tanta vergüenza
delante de mis amigos – ser la que fue dejada
por aquel que supuestamente me conocía mejor,
cada hora es un rincón de vergüenza, y yo estoy
nadando, nadando, sosteniendo mi cabeza erguida,
sonriendo, haciendo chistes, avergonzada, avergonzada,
como estar desnuda con la ropa puesta, o como ser
una niña, la obligación de portarse bien
mientras odiás las circunstancias de tu vida. Adentro mío ahora
hay un ser de puro odio, un ángel
del odio. En la cancha de bádminton, ella lanza
su tiro ganador, puro como una echa,
mientras por los ojales de mi blusa las chinches
pican una carne que ya no parece
importarle a nadie. En el espejo, mi torso
parezco una sex–symbol mártir, llena de picaduras,
o una jarra de crema con hojas de ortigas y ores del desierto,
llena de leche de la bondad y la maldad
humanas, y nadie está haciendo la fila para tomarla.
¡Pero miren! ¡Estoy empezando a resignarme!
Creo que ya no va a volver. Algo
muere, adentro mío, cuando pienso en esto,
como la muerte de una bruja en la cama
mientras nace un bebé en la cama de al lado. Ten fe,
viejo corazón. Qué es vivir, de todas formas,
sino morir.

(Traducción de Natalia Liederman; Patricio Foglia)

Satan Says (1980)

Amor verdadero

En medio de la noche, cuando nos levantamos

después de hacer el amor, nos miramos

en completa amistad, sabemos tan plenamente

lo que el otro estuvo haciendo. Ligados uno a otro

como escaladores que bajan de la montaña,

ligados con el lazo de la sala de partos,

deambulamos por el pasillo hacia el baño, casi no

puedo caminar, me tambaleo a través del aire granulado

sin sombras, sé dónde estás

con los ojos cerrados, estamos ligados uno a otro

con grandes hilos invisibles, nuestros sexos

enmudecidos, exhaustos, molidos, todo el cuerpo

un sexo – seguramente sea esta

la época mas bendita de mi vida,

nuestros hijos dormidos en sus camas, cada destino

como una veta mineral perdurable

no descubierta aún. Me siento

en el inodoro en la noche, estás en alguna parte en el cuarto,

abro la ventana, y ha caído

una gran nevada, una montaña contra el vidrio, miro

hacia arriba, dentro de ella,

una pared de cristales fríos, silenciosa

y resplandeciente, te llamo con suavidad

y vienes y me tomas de la mano y puedo decir

no puedo ver mas allá de la nieve. No puedo ver mas allá.

(Traducción de Inés Garland; Ignacio Di Tullio)