Escucharte gritar tantas veces en mi cabeza.

Sentir que mis tímpanos revientan junto a tus melodías despectivas.

“Zorra, ojala nunca te hubiese tenido, debí haberte dejado la almohada en la cabeza más tiempo. Terminar lo que empecé” – Murmuras por lo bajo, pero con claras intenciones-

El mar recorría mis mejillas, finalmente tiñéndose de color rojo al rozar mis brazos.

Ahogada entre tus insultos, entre tu desprecio, entre el asco que me provocó la persona que tanto amabas.

Tanto amor ¿Para qué? Si quien te dejaba sufrirle al vaso con vodka, era él. Si quién te defenestraba día a día era él. ¡Si quién violó a tu hija era él!… y aún así decidiste creerle a él, decidiste dejarme tirada en el piso con el labio partido para creerle a ese estúpido. Ese que en ningún momento te quiso. Y te derrumbo tanto como a mí.

Nos arruino la vida y aún así lo prefieres a él.

Pero ya no me importa nada, dejaré corriendo mi sangre como aquel día. Me inundaré de dolor para destruir otro aún más doloroso. Destruiré lo que algún día quisiste derrumbar.

Adiós Mamá.