Poesía como trinchera

El mundo ya no es digno de la palabra

Nos la ahogaron adentro

Como te asfixiaron

Como te desgarraron a tí los pulmones

Y el dolor no se me aparta

Sólo queda un mundo

Por el silencio de los justos

Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo

El mundo ya no es digno de la palabra

Es mi último poema

No puedo escribir más poesía…

La poesía ya no existe en mí.

*Último poema, Javier Sicilia, escritor mexicano luego del asesinato de su hijo Juan Francisco. [1]

Desde que descubrí mi amor por la literatura tuve la sensación de que los libros, los poemas, los cuentos, esconden una cierta verdad, revelada únicamente a quien la lee y en ese instante, una posta invisible que se pasa de hoja en hoja, generación en generación, tornando los significados para que encajen con el simbolismo de hoy.

Esta verdad, única pero no unívoca, traspasa la sangre, y el tiempo, transmite lo que el lector es capaz de dilucidar en el ahora.

Hay muchísimos testimonios de este lado transmutador de la poesía y la literatura en general, veamos que dice Juan L. Ortiz:

– Poesía entonces como una forma del conocimiento…

–  Exactamente. También yo estoy de acuerdo con Pavese cuando dice que la poesía es otra vía al conocimiento. Y es otra forma de vida. Porque, justamente, eso que pasó como agua a través de uno se vuelve menos desorden. Cierta conciencia del tiempo, cierta iluminación que tenemos nosotros con respecto del tiempo vivido como normal reaparece entonces, se vuelve a vivir a través de lo que uno ha sentido y que ha logrado sugerir aunque fuera para uno mismo. Yo no me hacía ilusión sobre si esos matices iban a tener un valor o cosa parecida, yo los sentía vibrar y revivía ese momento en que me había metido en la realidad o en una zona de ella. Ah, mi querido amigo, creo que he sido muy vago o quizás, como usted, sabe estas cosas son demasiado ligeras… [2]

Juanele nos presenta a la poesía como forma de vida y de conocer, mejor dicho, como conocimiento para otra forma de vida.

Ivan Jablonka, un escritor parisino contemporáneo radicaliza esta premisa y propone un nuevo manifiesto por las ciencias sociales, la historia como literatura contemporánea [3]; el autor se pregunta si se pueden concebir textos que sean a la vez literatura y ciencias sociales, ya que siempre se ha planteado esa dicotomía irreconciliable entre la historia comprobable, sistematizada, científica, y la literatura como ficción, como no real, como subjetivo; la potencialidad radica en identificar qué es lo que nos enseña la ficción de la realidad.

Yo, como tú,

amo el amor, la vida, el dulce encanto

de las cosas, el paisaje

celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle

y río por los ojos

que han conocido el brote de las lágrimas.

Creo que el mundo es bello,

que la poesía es como el pan, de todos.

Y que mis venas no terminan en mí

sino en la sangre unánime

de los que luchan por la vida,

el amor,

las cosas,

el paisaje y el pan,

la poesía de todos.

*Como tú, Roque Dalton

Sumado a la potencialidad de la poética histórica, asociada solo al arte, a la elite, la literatura como historia contemporánea se socializa, deja de ser una entelequia universitaria o académica, trasciende esos límites y ahora puede ser un relato oral, un mito, una canción, se inicia un retorno, una nueva historia de la que podemos participar.

Juan L. visibilizaba esta cuestión:

– No trato de volver al acaso estéril enfrentamiento entre arte y ciencia, ¿pero no cree usted que son dos caminos particulares para captar la realidad…?

– Si, es preciso no enfrentar el arte y la ciencia, pero también es innegable que son vías. El artista tiende a la sensibilidad y el científico obra por concepto, por abstracción, cuya historia, diremos así, va determinando lo que se llama “tradición científica” que es la base para la investigación de ciertas zonas limitadas de la realidad. ¿Cuáles son esas zonas? Aquellas que son aprehensibles por cierto tipo de conocimiento. Pero las matemáticas y la química y aun la filosofía están determinadas, en lo profundo, por la intuición que, tal como señalara Einstein, es de tipo poético. Quiere decir entonces que el científico y el artista en ese aspecto de la intuición se juntan. Hay una sensación de cierta cosa que trasciende, de cierta realidad profunda, por un momento de casi iluminación. Por lo demás, no creo que ese conocimiento esté solamente en el científico o en el artista, hay un tipo de conocimiento casi universal que es extensivo a toda criatura viviente, incluyendo a los animales. Y ese conocimiento de la realidad muchas veces supera al que posteriormente podemos alcanzar, aún por intuición y aun por abstracción empírico-matemática.

(…)

– ¿Cuál sería hoy la función del poeta en nuestra sociedad?

– Yo diría como Artaud o como Cesaire que la poesía está unida ahora a la revolución. En el sentido de las transformaciones. Porque el poeta obra con el lenguaje mismo para apresar esa realidad que es muy fluida y confluyente y que es también contradictoria. Y debe asimismo modificar todas las convenciones comunes de la comunicación. Se está así frente a una revolución en el lenguaje que puede incidir después en otros planos de la transformación en tanto toca otros planos de la concepción de la realidad o de su percepción en los lectores u oyentes. No olvidemos que el hombre está en la prehistoria, no ha penetrado en la verdadera historia, y el poeta está comprometido en esa tarea. Pero ya hemos hablado bastante, y usted viene de lejos… mire, mire ese vuelo de las golondrinas, escuche ese canto…

Claro y certero: Modificar las convenciones de la comunicación para poder ver más allá de la empiria, del hecho comprobable… veamos un ejemplo:

En un nuevo aniversario del natalicio de Ernesto Guevara el Ministerio de Cultura de la Nación difundió una anécdota sobre poemas que se hallaron en su cuaderno rojo, junto con otras pertenencias en Bolivia, uno de ellos era “Marcha Triunfal” de Rubén Darío.

(…) A aquellas antiguas espadas,

a aquellos ilustres aceros,

que encaman las glorias pasadas…

Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas,

y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros,

al que ama la insignia del suelo materno,

al que ha desafiado, ceñido el acero y el arma en la mano,

los soles del rojo verano,

las nieves y vientos del gélido invierno,

la noche, la escarcha

y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,

¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha triunfal!…

*Fragmento “Marcha Triunfal”

¿Qué nos dice este hecho que aporte a la conocida historia del Che? nos transporta a su sentir; es decir, internado en el medio de la selva escribía poesía, más allá del peligro, de la muerte, de la violencia o la traición, la poesía en función de la revolución como propone Juan L.

Pero no nos tenemos que retornar a los años ‘60 para encontrar ejemplos de la poesía mancomunada con la lucha:

I

Decida escribir un libro. Junte varios recuerdos (mínimo 16). Escriba un largo prólogo y, en las pocas páginas que queden, amontone los recuerdos. El índice no es necesario. Después cruce a nado el Atlántico y conquiste Europa. El libro se venderá como pan caliente.

*Instrucciones para tener éxito, Subcomandante Marcos

Conocidos son los escritos del Subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de México, pero este en particular me sorprende por la vinculación que se realiza entre libro-escribir-recuerdos-conquista-europa-éxito.

No es la primera vez que la dolorosa historia de México encuentra su cauce a través de la poesía; así como el último poema de Javier Sicilia es una protesta contra la desaparición forzada y la trata de personas en ese país devenida de la violencia del narcotráfico, el poema, o la historia contemporánea en términos de Jablonka, “Los muertos” de María Rivera:

Allá vienen

los descabezados,

los mancos,

los descuartizados,

a las que les partieron el coxis,

a los que les aplastaron la cabeza,

los pequeñitos llorando

entre paredes oscuras

de minerales y arena.

Allá vienen

los que duermen en edificios

de tumbas clandestinas:

vienen con los ojos vendados,

atadas las manos,

baleados entre las sienes.

Allí vienen los que se perdieron por Tamaulipas,

cuñados, yernos, vecinos,

la mujer que violaron entre todos antes de matarla,

el hombre que intentó evitarlo y recibió un balazo,

la que también violaron, escapó y lo contó viene

caminando por Broadway,

se consuela con el llanto de las ambulancias,

las puertas de los hospitales,

la luz brillando en el agua del Hudson.

Allá vienen

los muertos que salieron de Usulután,

de La Paz,

de La Unión,

de La libertad,

de Sonsonate,

de San Salvador,

de San Juan Mixtepec,

de Cuscatlán,

de El Progreso,

de El Guante,

llorando,

a los que despidieron en una fiesta con karaoke,

y los encontraron baleados en Tecate.

Allí viene al que obligaron a cavar la fosa para su hermano,

al que asesinaron luego de cobrar cuatro mil dólares,

los que estuvieron secuestrados

con una mujer que violaron frente a su hijo de ocho años

tres veces.

¿De dónde vienen,

de qué gangrena,

oh linfa,

los sanguinarios,

los desalmados,

los carniceros

asesinos?

Allá vienen

los muertos tan solitos, tan mudos, tan nuestros,

engarzados bajo el cielo enorme del Anáhuac,

caminan,

se arrastran,

con su cuenco de horror entre las manos,

su espeluznante ternura.

Se llaman

los muertos que encontraron en una fosa en Taxco,

los muertos que encontraron en parajes alejados de Chihuahua,

los muertos que encontraron esparcidos en parcelas de cultivo,

los muertos que encontraron tirados en la Marquesa,

los muertos que encontraron colgando de los puentes,

los muertos que encontraron sin cabeza en terrenos ejidales,

los muertos que encontraron a la orilla de la carretera,

los muertos que encontraron en coches abandonados,

los muertos que encontraron en San Fernando,

los sin número que destazaron y aún no encuentran,

las piernas, los brazos, las cabezas, los fémures de muertos

disueltos en tambos.

Se llaman

restos, cadáveres, occisos,

se llaman

los muertos a los que madres no se cansan de esperar

los muertos a los que hijos no se cansan de esperar,

los muertos a los que esposas no se cansan de esperar,

imaginan entre subways y gringos.

Se llaman

chambrita tejida en el cajón del alma,

camisetita de tres meses,

la foto de la sonrisa chimuela,

se llaman mamita,

papito,

se llaman

pataditas

en el  vientre

y el primer llanto,

se llaman cuatro hijos,

Petronia (2), Zacarías (3), Sabas (5), Glenda (6)

y una viuda (muchacha) que se enamoró cuando estudiaba la primaria,

se llaman ganas de bailar en las fiestas,

se llaman rubor de mejillas encendidas y manos sudorosas,

se llaman muchachos,

se llaman ganas

de construir una casa,

echar tabique,

darle de comer a mis hijos,

se llaman dos dólares por limpiar frijoles,

casas, haciendas, oficinas,

se llaman

llantos de niños en pisos de tierra,

la luz volando sobre los pájaros,

el vuelo de las palomas en la iglesia,

se llaman

besos a la orilla del río,

se llaman

Gelder (17)

Daniel (22)

Filmar (24)

Ismael (15)

Agustín (20)

José (16)

Jacinta (21)

Inés (28)

Francisco (53)

entre matorrales,

amordazados,

en jardines de ranchos

maniatados,

en jardines de casas de seguridad

desvanecidos,

en parajes olvidados,

desintegrándose muda,

calladamente,

se llaman

secretos de sicarios,

secretos de matanzas,

secretos de policías,

se llaman llanto,

se llaman neblina,

se llaman cuerpo,

se llaman piel,

se llaman tibieza,

se llaman beso,

se llaman abrazo,

se llaman risa,

se llaman personas,

se llaman súplicas,

se llamaban yo,

se llamaban tú,

se llamaban nosotros,

se llaman vergüenza,

se llaman llanto.

Allá van

María,

Juana,

Petra,

Carolina,

13,

18,

25,

16,

los pechos mordidos,

las manos atadas,

calcinados sus cuerpos,

sus huesos pulidos por la arena del desierto.

Se llaman

las muertas que nadie sabe nadie vio que mataran,

se llaman

las mujeres que salen de noche solas a los bares,

se llaman

mujeres que trabajan salen de sus casas en la madrugada,

se llaman

hermanas,

hijas,

madres,

tías,

desaparecidas,

violadas,

calcinadas,

aventadas,

se llaman carne,

se llaman carne.

Allá

sin flores,

sin losas,

sin edad,

sin nombre,

sin llanto,

duermen en su cementerio:

se llama Temixco,

se llama Santa Ana,

se llama Mazatepec,

se llama Juárez,

se llama Puente de Ixtla,

se llama San Fernando,

se llama Tlaltizapán,

se llama Samalayuca,

se llama el Capulín,

se llama Reynosa,

se llama Nuevo Laredo,

se llama Guadalupe,

se llama Lomas de Poleo,

se llama México. [4]

¿seguimos hablando de ficción?

[1] https://videos.telesurtv.net/video/825980/reportajes-telesur-825980/

[2] https://laciudadrevista.com/juan-l-ortiz-los-80-anos-de-un-poeta/

[3] https://www.youtube.com/watch?v=4EwenvbzF0w

[4] https://www.sinpermiso.info/textos/los-muertos

2 comentarios en “Poesía como trinchera”

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