Rivadavia y los dinosaurios

—Chicos, tengo una idea—dijo el Pato ni bien llegó y con Ariel miramos al techo, suspirando. Que el Pato cayera diciendo que se le había ocurrido algo significaba que lo íbamos a tener que acompañar. Era un imbécil, sí, pero éramos amigos y hacíamos todo los tres juntos. Pero nunca pudimos pensar que lo que nos iba a proponer era semejante locura.

—¿Y ahora qué querés hacer?—pregunté resignado.

—Estuve leyendo Twitter y algunos libros de historia, y me di cuenta de algo. Miren—dijo sacando un libro que rompió la mesita de vidrio—Bernardino Rivadavia. Pidió que su cuerpo no fuera enterrado en Buenos Aires.

—Ajá—acotó Ariel.

—¿Y dónde está? En Buenos Aires, en plena plaza Miserere lo pusieron.

—No entiendo a qué querés llegar—dijo Ariel. Yo ya lo presentía pero rogaba porque no fuera lo que mi mente estaba maquinando.

—¿No entienden? El país está así porque está maldito, Rivadavia lo maldijo. Lo pusieron en el único lugar donde no quería ser enterrado, entonces su espíritu condenó a toda la Argentina a vivir en el fracaso.

—¿No te parece un poco mucho?—acoté, sabiendo cuál sería la respuesta.

—¡Para nada! Ahora, explicado esto, vamos con mi idea—Ariel y yo nos miramos porque ya imaginábamos cuál era—hay que sacar a Rivadavia de ahí. Hay que llevarlo a otro lado, no sé, Córdoba.

—Es un mausoleo—empecé.

—De quince metros—Ariel me siguió—en una plaza pública, donde hay gente todo el día, ¿y vos pretendés que saquemos los restos de Rivadavia, sin ser vistos, salgamos de la provincia y lo dejemos en Córdoba?

—Sí. Pero tranquilos, vamos a ir de noche, que ya no anda nadie por miedo a que les roben

—Porque a nosotros no nos van a robar—ironicé.

—Además, vamos a estar disfrazados. Podemos usar los trajes de Ariel, que trabaja en el trencito de la alegría, alguno de Barney.

Que le recordaran a Ariel su trabajo en el trencito le tocaba el ego y terminaba haciéndolo aceptar, viéndome sin opciones, me tuve que unir a la planificación. El Pato nos explicó minuciosamente los detalles, para no levantar sospechas debíamos estar desde temprano en la plaza jugando con los nenes, de modo que nos hizo comprar caramelos. Ignoró nuestro cuestionamiento sobre la imagen que podían dar tres tipos disfrazados repartiendo dulces.

Cuando llegó el día, Pato nos remarcó que debíamos ir disfrazados desde temprano. Dado que no vivíamos en Capital tuvimos que tomar un colectivo que tardó tres horas hasta llegar a la plaza. Era primavera, y estoy seguro que las redes estaban inundadas con nuestras fotos, es que tres tipos disfrazados no pueden pasar desapercibidos. El Pato iba disfrazado de un Barney famélico, Ariel iba de Baby Bop, la dinosaurio verde del programa y yo iba de BJ, que era uno amarillo. Lo cierto es que el disfraz de Ariel era el mejor, mi dinosaurio parecía que iba drogado.

Llegamos a la plaza y de manera disimulada nos fuimos acercando al mausoleo, nos quedamos allí parados mientras veíamos a los nenes que pasaban y les dábamos golosinas ante la mirada de algunos padres que nos aprobaban y otros que no. Se fue haciendo de noche y llegaba el momento. El Pato nos remarcó que no debíamos sacarnos los disfraces en caso de que alguien nos viera, entonces se sacó un pico del disfraz, y luego el mango, que llevaba atado a la pierna, disipando las dudas que teníamos con Ariel sobre qué era eso que le sobresalía. Mientras empezaba a tratar de abrir el mausoleo, Ariel comenzó a sentir ganas de ir al baño. Un policía pasó por la escena y nos gritó, Ariel y yo nos pusimos a correr, pero el Pato había logrado abrir el mausoleo, tratamos de sacarlo, y lo hicimos, pero a la vez volaron los huesos de Rivadavia por todo Once. Me sorprendió que siguieran en buen estado con tanto tiempo. Nos llevaron detenidos y nos sacaron fotos. Al escuchar la historia contada por el Pato se nos cagaron de risa y nos largaron. Salimos en todos los diarios, en el colectivo el Pato mostró que había logrado quedarse con un pedazo de costilla, y Ariel estaba enojado, no por todo lo que habíamos vivido, sino porque en la foto que salió en los medios se veía bien claro que se había meado encima.