(Un soldado antes de la batalla de Austerlitz)

Anoche fueron las fogatas las que,
en el campamento enemigo, auguraban
conflagración; hoy, el rumor
de miles de pasos al unísono. Da igual:
en algún lugar entre la niebla
acecha Napoleón, su caballería lista
para caer como un relámpago:
la muerte que oculta su rostro vacío
entre truenos de pólvora.
                                                        La bruma
cede al humo de los cañones, los gritos
se truecan por relinchos agonizantes,
la bandera se arrastra por el lodo en vez
de embarrarse en sangre y nadie
nadie ignora que bastará una brisa
para barrer del cielo toda esta escoria.
No importa: allá es la luz diáfana y el azul puro,
pero aquí abajo hay que empuñar el sable
hasta hundirlo en la propia sangre.