Por qué siempre le entrego mi vida
a cosas sin valor,
por qué hago de los humanos,
tristes y dañados,
mis dioses más excelsos,
por qué adorno con arte y amor
a todo aquello que no merece dolor.
Solo son fatuidad,
seres mezquinos, soberbios, cristianos,
inversores de todo valor, nihilistas.
Los odio, odio todo lo que alguna vez ame,
me odio más a mí por eso.
Pero ellos no son culpables,
solo son pecadores, disfrazados de dioses por un hombre dañado.
Me odio porque los amo.