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«¿Llorás?»

Un sacerdote católico argentino, Javier Olivera Ravasi, comparte en X su preocupación sobre una bendición en una marcha del colectivo LGBT en Chile. Con su irónico tono paternal alerta por el estado del alma de los otros. Otro supuesto cura, conocido en redes como @Malleus19, lo respalda con más dureza: sugiere que detrás de ese «apostolado LGTB» se esconde una perversión personal.

Entonces intervengo: señalo que algunos tienen una fijación con este tema, pero cuando se trata de hambrunas o guerras que matan a pobres inocentes nadie aparece ni en súplicas.

La respuesta que recibo dice: «¿Toqué un punto sensible?».

Una cultura del goce ante la herida

Llorar: Del lat. plorāre. Una evidencia de la derrota.

Lloran los zurdos. Lloran los libertarios. Lloran los planeros. Lloran los periodistas. Lloran los adversarios.

El llanto confirma supremacía. En vez de contener, se goza. En vez de comprender, se ridiculiza. Hay una satisfacción cínica en hacer llorar al otro, en provocar ese temblor. El daño es buscado. Y el llanto, celebrado.

¿Por qué molesta que el otro sienta?

Mostrar que algo nos afecta es peligroso porque llorar es confesar una falla en una cultura que promueve la propia suficiencia emocional.

En ese paisaje, la pregunta «¿toqué un punto sensible?» no es una búsqueda, funciona como marca de poder. El que pregunta se coloca por encima: presume haber tocado una fibra y haber ganado.

La escritora Susan Sontag, en Ante el dolor de los demás, ya hablaba sobre la banalización del sufrimiento ajeno. Pero aquí, el sufrimiento no se banaliza: se utiliza. La emoción del otro no se trivializa, se explota.

Redes sociales: arena de castigos

Un mensaje donde alguien expresa tristeza o convicción profunda es con rapidez interceptado. Se acusa de victimismo o de estrategia. Todo se vuelve sospechoso. Toda emoción, crimen o castigo. En la Argentina, una parte de X premia la agresividad veloz y castiga el silencio.

De la época de la empatía al sadismo

¿Qué revela esta necesidad de ver llorar al otro? ¿Qué clase de vacío intenta llenar ese goce ante la herida ajena? ¿Es un síntoma de fortaleza o, en el fondo, una defensa ante la imposibilidad de sentir?

En el Canto IV de la Ilíada, los guerreros lloran. Lloran por los que cayeron, por los que no volverán, por los que dejaron atrás. No es motivo de vergüenza. Es parte de la condición heroica. El héroe que no llora no es más fuerte: es más vacío. En Homero, el llanto no debilita; recuerda que todavía hay algo en juego.

Defender el llanto no es, por todo esto, romantizar la debilidad. Es señalar que aún existe un espacio que no está aún colonizado por la crueldad. Que todavía hay zonas del lenguaje donde algo tiembla, y ese temblor es resistencia. En un momento donde todo se mide en términos de utilidad, rendimiento y eficacia, llorar puede ser una forma de decir: todavía no me vencieron. Todavía hay algo en mí que no se volvió cálculo.

Y eso, importa.

Maximiliano Buss Kopp

Nací en 1994 en un campo de la provincia de Buenos Aires. Por poco más de 10 años escribí crónicas, perfiles y relatos para diarios del interior, el país y algún otro lugar del mundo. Ahora solo leo y escribo poesía. Publiqué Poemas para mi sombra (Trafkintu, 2023), Los limones no existen (Caburé, 2024) y Un rosario de ganglios (Halley, 2025). Tengo un rincón para quienes empiezan a escribrir al que llamo Sesiones, escribo cada tanto alguna meditación y grabo Un refugio de poesía, un podcast con los versos que me salvaron. Espero encontrarte por ahí.

Un comentario en ««¿Llorás?»»

  • «El héroe que no llora no es más fuerte: es más vacío». Sin dudas una frase que encapsula nuestra sociedad posmoderna actual, que continúa replicando esa clase de cuestiones que deberían de pertenecer más a los siglos pasados. Así como -bajo la lógica capitalista- se valora únicamente al que produce, también se aprecia solamente al que se muestra siempre bien, resiliente, fuerte y feliz. La sensibilidad es vista como una debilidad, como un defecto. Hoy en día resistir se volvió, paradójicamente, la única forma de resistir.

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