De Robin Hood.. el barrio.
Juan Bautista Bairoletto: ¿El Robin Hood de las Pampas o un simple bandido?
Juan Bautista Bairoletto, conocido como «El Atila de las Pampas», fue un bandido rural nacido en Santa Fe, Argentina, el 11 de noviembre de 1894, que marcó a fuego la historia de La Pampa y Río Negro en la primera mitad del siglo XX. Por mucho tiempo, lo imaginé como una especie de Robin Hood, un tipo que robaba a los ricos para ayudar a los pobres, un rebelde contra la opresión. Pero, después de conocer más sobre su vida, me di cuenta de que la realidad está bastante lejos de esa leyenda romántica.
Un bandido en una tierra dura.
Bairoletto no operaba en un lugar lleno de estancieros millonarios, como uno podría pensar. La Pampa y Río Negro de aquellos años eran regiones de pequeños productores, trabajadores y comerciantes que apenas se las arreglaban para sobrevivir. En ese contexto de pobreza y desigualdad, donde las autoridades a veces apretaban más de la cuenta, Bairoletto se convirtió en un símbolo de rebeldía para algunos. Pero, ¿realmente ayudaba a los necesitados? No hay pruebas de que compartiera el botín como el mítico héroe de Sherwood. Más bien, sus robos y asaltos afectaban a gente común, a veces tan humilde como los que decían admirarlo.
Los crímenes que sí dejó su marca.
Bairoletto no era ningún santo, y sus fechorías lo confirman. Entre los delitos que se le atribuyen con certeza están:
-El robo al almacén de José Larroudé (1928): En La Pampa, Bairoletto y su banda saquearon un almacén, llevándose mercancías y dinero. Un golpe típico de su estilo, atacando comercios chicos que eran el sustento de familias trabajadoras.
-El asesinato del policía Juan Vallejos (1930): En un enfrentamiento con la policía en La Pampa, Bairoletto mató al oficial Vallejos. Este crimen lo puso en la mira como un tipo peligroso, alguien a quien las autoridades querían atrapar a toda costa.-
-El asalto a la estancia La Chiquita (1932): En Río Negro, él y sus hombres robaron ganado y provisiones de esta estancia. No era una hacienda de un terrateniente rico, sino una más de las tantas propiedades modestas de la zona. Historias como la de un supuesto asesinato de una joven llamada Ana Sferko o el ataque a un vendedor ambulante en General Roca, donde Bairoletto habría disparado por la espalda solo por pedir agua, suenan tremendas, pero no hay registros históricos sólidos que las respalden. Parece que esas historias se exageraron o se inventaron para pintar un retrato aún más oscuro del bandido.
¿Protegido por los poderosos?
Dicen que Bairoletto tenía amigos en lugares altos, quizás algunos caudillos o policías corruptos que le daban una mano para moverse sin que lo atraparan. En la Argentina rural de esos años, no era raro que los bandidos hicieran tratos con el poder local, especialmente en zonas donde el Partido Radical mandaba. Pero, la verdad, no hay documentos claros que prueben que Bairoletto tenía un «padrino» político. Es una posibilidad, sí, pero no más que eso.
El final del camino.
El 23 de enero de 1941, la suerte de Bairoletto se acabó. Lo capturaron en Catriel, Río Negro, mientras intentaba otro asalto. Lo metieron preso, lo pasearon por varias cárceles, y el 18 de mayo de 1942, murió en Viedma, a los 47 años. Algunos dicen que se quitó la vida, otros que lo «ayudaron» a morir, pero lo más probable es que la prisión y las duras condiciones lo terminaron quebrando. Así se apagó la vida del famoso «Atila de las Pampas».
Entre el mito y la verdad.
Bairoletto sigue siendo un nombre que resuena en La Pampa y Río Negro. Para muchos, es un símbolo de lucha contra la injusticia, un rebelde que desafió a los poderosos en una época donde los pobres la pasaban mal. Pero los hechos pintan otro cuadro: un tipo que robaba, mataba y vivía al margen de la ley, sin preocuparse demasiado por quién caía en el camino. Lo que Bairoletto tenía de Robin Hood, parece, era más bien el ‘barrio’. Hoy, conociendo su historia, me quedo con la idea de que no era ni héroe ni villano puro, sino un producto de su tiempo: un hombre atrapado en una tierra dura, donde la línea entre el bien y el mal se desdibujaba.
La verdad es libertad, la mentira es la prisión, y tu mente tu realidad.