CARTA SIN DESTINO III

 A Usted
Como siempre, le quería escribir bonito, y así acercarme a sus ojos.
El día  soleado, con el alma del otoño.
Sé que sonríe en mis leños  la llama, la que me brinda con alguna copa. Como siempre me inspira a lo bonito, a ternura, a prisas y abismos.
En esas caminatas por las calles  que llevan al centro  en silencio, donde más vaga la mente, ideando, presumiendo.
Muy desierto el destino, se abruma pesado, repentino, abría ante mí la brisa, cálida otoñal, componiendo ésos recuerdos, que nunca existieron.
Pero me gusta de tanto en tanto  escribirle o como explicarle un saludo que lleva toda mi distancia y resumiendo todo el despojo  de los más bello, esa magnitud de un nombre señalado en hombre de ideas, de utopías, en gracias que crispan aquello que lleva a lo oculto, más esa honda espiritualidad de la aceptación humana.
Pero me gusta de tanto en tanto  escribirle y dejarle una sonrisa, pues ahí verá a mis ojos, y en esas incertidumbres que espían las bohemias de los domingos  y dejan los recuerdos, de lo nunca sucedido.
No hay un fluir más constante, que el azar puesto al destino, pero me gusta, de tanto en tanto escribirle y dejarle como el aroma que desprenden las flores al secarse del rocío, en las mañanas otoñales, con rasgos suaves de todos los posibles y la intromisión osada de enviarle cartas sin destino.

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