Óleos secan en  la inmensidad, parir es desgarrar el vientre casi como salirse en ese ser que llora en la violenta emancipación al aire. 

El dolor de vida, en ese puje final confluye latente contra el pecho de caritas sucias amnióticas, ojitos cerrados, pegando sus pestañas a la luz intensa que los recibió y se prendieron acunados al tibio amamantar.

Sus meses  sumaron, algunos chapoteos en caprichos de upas, gateando por la casa, desparramando utensilios de cocineritos expertos sonando cucharas contra ollas, fuentes y platos.

Exploración de  pasitos a los peligros ¡No toques eso! ¡Bájate de ahí! Y el asombroso ¡Nooo que hiciste! Y sus rostros pícaros, agrandaron la sonrisa, resumiendo enojos en nada ha pasado.
Mimos al sueño, que abrazaron ahuyentando espejos,

 y crecen.

De a dos cuecen macanas, de a dos se unen y cubren con pleitos del santiamén. 
De a tres traman virutas de mi desconcierto, completan la fortaleza del abrazo, simple y duradero.
Jardín de letras con oraciones repletas, ilusionaron héroes muy valientes que  los rescataron en los juegos. 
Muñecos/as que se adosaron a sus espíritus traviesos.                         

Y crecen.

Las rondas del tereré chillando contra la vieja de historia, la de lengua, la de matemáticas y todas las viejas escolares.

Despiertan en cambios de inocencias y vivezas, cruzan esculpiendo su corporeidad inentendible que van definiendo.

 ¡Ya son grandes!
A la velocidad de la luz teclean sin ver casi el mensaje, estoy bien, te amo,  te amo. 
Contrae la emoción del eco que queda al cortar.

 ¡Ya son grandes! 
Agallas, les decís, valores, que no suelten barriletes al sol, que sujeten fuerte en las tempestades, en vendavales, en huracanes, que los relámpagos indican carteles.
A veces sólo se ve una letra, a veces sin ningún orden, sinuosos recovecos sin formas, ir descubriendo es la tarea, de retenerse libres en los golpes y en la decisión de reconstruirse en el día.

 Que la felicidad existe y se repara, en unión a  pares diferentes, sin condición de eternidad.
Que al reflejar la conciencia en sus lechos, comprendan del valor a la vida, a los sueños.

Mejor que caer cien, ciento una veces, es levantarse ciento uno, ciento dos.

Y crecen 

Y amanecen adultos corriendo tras mis nietos, quizás…y les pasarán mis genes, como la abu a nosotres. 

Y que esas mañanas en que despiertan autómatas, tras las noches que  hundió en las mugres, de lo  que no pudimos cambiar, curtirla en sal gruesa, que no dañen más.

mami