Te almásiento,

te subsúrrigo en silencio

y vos huís en medio de los atríticos

para no birtarlo,

para volver y ser mítricas, ser sóltidas, ser únicas.

Te almásiento,

y las manos se me transforman en pólimas

que buscan desesperadas tus yérmicas malíndricas,

pero no estás,

y el tiempo se hace gérmico

como si ese instante se quedara, simplemente, vatuo, túrbico, ustrúsico.

¿Vendrás?

¿Saldrás de lo ofósico para llegar a lo alaméndrico?

¿Seremos, por fin, almas abalbesadas

o seguiremos jugando a la lejanía írrídica?