A continuación, reflexionamos acerca de los proyectos nacionales propuestos tanto por Domingo Faustino Sarmiento en Facundo, de 1845, como por Juan Bautista Alberdi en Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, de 1852, a partir del concepto de “sexual contract1” de Carole Pateman para pensar el lugar y el rol que ocupan las mujeres en dichos proyectos. Veremos que, a pesar de las múltiples diferencias y desacuerdos, ambos autores se apoyan en un supuesto dogmático que opera con pocas variantes a lo largo de la tradición de Occidente: que las mujeres pertenecen al ámbito privado, donde deben cumplir tareas de cuidado y crianza fundamentales para el desarrollo de las demás esferas sociales.
Hacer una relectura contemporánea con una perspectiva de género conlleva el desafío de evitar anacronismos: entendemos que no podemos juzgar a autores del siglo XIX, como lo fueron los de la generación del ’37, con iguales exigencias a como lo haríamos con nuestros contemporáneos. En este sentido, no nos interesará adherir o diferir con los autores, sino más bien hacer una lectura que arroje luz sobre los supuestos en torno a la cuestión de las mujeres, que, sin ser lxs únicxs agentes invisibilizadxs, tal vez sean lxs más numerosxs.
Los roles tradicionales de las mujeres –esposas, madres, cuidadoras-, si bien fundamentales y de una implicancia que hoy comprendemos con claridad como necesariamente política y social, fueron ignorados por el canon tradicional como condición de posibilidad de una corriente moderna que aún hoy sigue operando: el contractualismo. Pateman sostiene que “el contrato social presupone el contrato sexual” y que “la libertad civil presupone el derecho patriarcal” (Pateman, 1995, p.6).
Las sociedades modernas -tanto en Europa como en América- atravesadas profundamente por revoluciones políticas y tecnológicas, ignoraron completamente lo que Pateman denomina contrato sexual, un acuerdo tácito que es condición previa necesaria para el contrato social: “el contrato sexual es una parte integral de la sociedad civil y del contrato de empleo; la dominación sexual estructura los lugares de trabajo tanto como el hogar conyugal” (Pateman, 1995, p.199). Maria-Xosé Agra Romero señala en la introducción a la obra de Pateman que dicho contrato es:
[…] el contrato correspondiente a la esfera privada, es decir, es inseparable de la subordinación de las mujeres. La tesis que ella desarrolla es que el contrato genera siempre relaciones de dominación y subordinación al descansar sobre una concepción del individuo como propietario de su propia persona, o individuo posesivo. Individuo y contrato son categorías masculinas, patriarcales, de ahí que las mujeres sean excluidas del contrato original, no son individuos, acceden al mundo público como mujeres. (Pateman, 1995, p. XI)
Facundo: madres de la civilización (o de la barbarie)
En el Facundo, Sarmiento busca hacer una suerte de diagnóstico cultural de la coyuntura argentina a partir de la comprensión de su presente y pasado reciente. A lo largo de los folletines se presentan distintos personajes que en su gran mayoría son masculino, y las menciones a mujeres son breves y principalmente dan cuenta de la violencia que estas sufrían frente al protagonista. La ausencia de mujeres está cargada de significado, sin embargo, nos interesa centrarnos en uno de los escasos momentos donde Sarmiento habla acerca de una mujer en particular: Agustina López de Osornio, la madre de Rosas.
¿De dónde ha tomado tan peregrinas ideas de gobierno, este hombre horriblemente extravagante? Yo voy a consignar algunos datos. Rosas desciende de una familia perseguida por goda durante la revolución de la Independencia. Su educación doméstica se resiente de la dureza y terquedad de las antiguas costumbres señoriales. Ya he dicho que su madre, de un carácter duro, tétrico, se ha hecho servir de rodillas hasta estos últimos años; el silencio lo ha rodeado durante su infancia, y el espectáculo de la autoridad y de la servidumbre han debido dejarle impresiones duraderas. Algo de extravagante ha habido en el carácter de la madre, y esto se ha reproducido en don Juan Manuel y dos de sus hermanas. (Sarmiento,1938, pp. 209-210)
En esta breve pero contundente mención, Sarmiento atribuye -al menos en parte- la responsabilidad del gobierno de Rosas, un gobierno que despreciaba el sentido común, la tradición, la conciencia y “la práctica inmemorial de los pueblos civilizados” (Sarmiento,1938, p. 211), a su madre. Así como en el primer capítulo uno de los rasgos de falta de civilización de los hombres de campo es que estos no trabajan, sino que son las mujeres quienes se encargan de la totalidad de tareas productivas2, en este pasaje hallamos que las acciones y el carácter de dichos varones son moldeados por los de sus madres.
El proyecto de progreso nacional de Sarmiento se sostiene explícitamente en la convicción de que la educación de la sociedad por parte del Estado es indispensable para superar la pobreza intelectual y la segregación del pueblo. Sin embargo, hay otra forma de educación que no es brindada por ese Estado y que necesariamente debe operar para que ese proyecto pueda concretarse: la “educación doméstica” que solo las madres pueden y deben proporcionar. Esta segunda forma de educación, tácita, casi ignorada, es, como menciona Pateman, soporte necesario de la primera. El carácter “algo extravagante” de una madre no es meramente asunto privado, sino que, más bien, sus consecuencias repercuten en el ámbito público.
Bases: conquistadoras y educadoras
En las Bases Alberdi plantea una problemática en torno a cómo ha sido pensada la educación del pueblo para civilizarlo, europeizarlo: la confusión entre la instrucción, limitada a la transmisión de conocimientos teóricos, y la educación, entendida como un proceso de formación integral que incluye valores, hábitos y habilidades para la vida. Es decir, Alberdi está pensando el aprendizaje del pueblo en dos dimensiones: una teórica -la instrucción- y otra más bien práctica -la educación propiamente dicha. Así mismo, la educación práctica también cuenta con un carácter dual: por un lado, el injerto de varones europeos ya educados en las prácticas civilizadas y, por el otro, la educación de las nuevas generaciones de argentinos. Las mujeres jugarán un rol fundamental en ambos procesos.
En este último período de su obra, el autor sostiene la necesidad de un un nuevo ethos, como dirá Terán (2008, p. 95), por lo cual la educación práctica, dada a partir del hábito y las costumbres, será la clave para la consumación de una Argentina desarrollada. Las conductas y modos de vida de los sujetos no se moldean a partir de una formación intelectual sino que “es el martillo, es la barreta, es el arado, lo que debe poseer el hombre del desierto” (Alberdi, 1998, p. 203).
Pero, ¿dónde se da este aprendizaje de los buenos hábitos? En el hogar. ¿Y quién se encarga de impartir este conocimiento práctico? Las madres. La mujer es el “artífice modesto y poderoso, que, desde su rincón, hace las costumbres privadas y públicas, organiza la familia, prepara el ciudadano y echa las bases del Estado” (Alberdi, 1998, p.54). En su prólogo a la edición para la colección “Pensamiento del Bicentenario” de las Bases, Matías Farías se refiere a la cuestión que nos compete del siguiente modo:
Si las costumbres y la industria constituyen los agentes fundamentales de “moralización”, la mujer, en la perspectiva alberdiana, es representada como la garantía y custodia en la esfera privada del hogar de la moral y las costumbres que preparan a los individuos para la ciudadanía y el trabajo. (Alberdi, 2017, pp. 21-22)
Si bien los pasajes en los que Alberdi hace mención de las mujeres en Bases son escasos, del mismo modo que ocurre en el Facundo, los que podemos rastrear arrojan luz sobre el papel fundamental que estas deberán cumplir para llevar a cabo el proyecto fundacional que Alberdi tiene en mente. Hasta ahora, hemos mencionado el rol como madres educadoras de las mujeres, pero estas también deberán cumplir su parte como seductoras y esposas. En el capítulo XXX, Alberdi habla de la “conquista” de los varones europeos, campaña para la cual “América del Sud posee un ejército a este fin, y es el encanto que sus hermosas y amables mujeres […] Ellas deben iniciarlo y llevarlo a cabo en el interés americano” (Alberdi, 2017, pp.197-198).
A diferencia de lo que vemos en Facundo, en Bases nos encontramos con indicaciones explícitas del rol ético y moral de las mujeres para una Argentina de progreso e incluso (arriesgándonos a caer en una mera opinión) una actitud que deberán adoptar más bien activa a la hora de “conquistar” varones civilizados. Sin embargo, en ambos casos este rol se presenta como un principio y, como todo principio, es dogmático y no se lo examina.
Ni Sarmiento ni Alberdi cuestionan o se preguntan por el modo de ser de las mujeres. Ambos autores dedican páginas y páginas a la descripción de diferentes clases de varones, a preguntarse por el mejor modo de ser hombres y a plantear y replantear sus prácticas y cualidades, deseables e indeseables… Y sin embargo no encontramos un rastro de duda sobre el modo de ser que deberán adoptar las mujeres, esas que garantizarán el éxito o el fracaso de la civilización. No hay ni un atisbo del reconocimiento del contrato sexual originario que diagrama el primer esbozo de estructura social.
Se trata, como Pateman señala, de algo que excede a estos dos autores, partícipes de una tradición patriarcal compartida por América y por Europa, una tradición que hasta hace muy poco había olvidado preguntarse por una parte fundamental de la estructura que la sostiene: la pregunta por la mujer. Consideramos que este breve escrito no agota en absoluto la cuestión, sino, lejos de ello, nos deja diversas posibles líneas para continuar profundizando.
Referencias bibliográficas
Alberdi, J. B. (1998). Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Ciudad Argentina.
————-. (2017). Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Biblioteca del Congreso de la Nación.
Pateman, C. (1995). El contrato sexual. Anthropos.
Sarmiento, D. F. (1938). Facundo, Universidad Nacional de la Plata.
————-. (2018). Facundo, Biblioteca del Congreso de la Nación.
Terán, O. (2008). Historia de las ideas en la Argentina: diez lecciones iniciales, 1810-1980. Siglo XXI Editores.
- Pateman sostiene que los contratos sociales clásicos, desde Hobbes hasta Rousseau, han omitido las relaciones de poder basadas en el género. La autora rechaza el contrato como origen de la libertad social, ofreciendo una crítica radical al liberalismo tradicional. ↩︎
- En este sentido, el ámbito público donde se desenvuelven los hombres no es, como en las sociedades europeas, el ámbito del trabajo y la política, sino el del ocio: “la mujer se encarga de todas las faenas domésticas y fabriles; el hombre queda desocupado, sin goces, sin ideas, sin atenciones forzosas” (Sarmiento,1938, p. 37), ↩︎
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