Mi nombre es más lindo

cuando sale de tu boca,

cuando lo pronunciás al pasar,

como si te lo hubieses apropiado.

  

Ya hiciste costumbre

mi existencia en tu vida,

mi nombre en tu vocabulario

es la prueba discursiva.

  

Me gusta escucharte nombrarme

cuando me querés,

como si al decirlo en voz alta

mi presencia fuera a durar más.

  

Cuando te duelo,

como si nombrarme

fuera a disipar la pena

diluyéndola en el aire.

  

Cuando me deseás,

como si el sonido fuera

la exhalación de una necesidad

hecha vibración en el aire.

  

(2021)