Sola yo, con tus promesas negadas

la melancolía tras una sonrisa, la última

y una caricia dejada de lado por pensar en algo más.

         

Cada encuentro fugitivo descansa.

Rumian en mí las dedicatorias

que alguien escribió en mi retina

con la palabra sola, la mirada después.

            

Hay cosas que se van sin ser llamadas

lugares que se tapan con la tierra de lo añejo

memoria mía, monstruosa, añicada de tanto soñarse distinta.

En el encuentro entre lo que fue y el abandono

yace una distancia que no recorro.

Son las luces esas que me dicen:

la sombra que quedó es una sola.

             

Se oye un compás y no lo marca

ningún cuerpo más que el mío.

           

A veces me sonrío, como si con eso bastara.