Y cuando se cerraron todas las fronteras pude allanar un nuevo territorio en el cobijo de tus manos, que se cansaron de que se les escapara la arena entre los dedos. 

Lo único que conocimos fue la depredación, y ahora es tiempo de cazar al cazador, y dejar vivir a las presas.

Sostener, en vez de arrasar con lo fértil. Así nos duelan las muñecas al principio, o busquemos excusas para mantener la llamas prendidas que nos alejen. Todos mis caminos llevaron a vos, en vano no voy a tropezar. 

Ojalá usemos las palabras como cinceles para moldear este mármol espeso. Ojalá resignifiquemos los abrazos que nos dimos y los besos que no. Quiero tu calor cerca del corazón y tu lengua incisiva diciéndome tu verdad. Guardemos los puñales y las espadas de defensa, los escudos se derritieron con el fuego que salía de nuestras palabras.

Hoy más que nunca sólo puedo darte amor, sé que no soy ni tu salvadora ni tu sanadora. Sólo puedo recibir tus lágrimas de un dolor precoz. Y hacer con ellas lo que le hace el agua a las plantas. O usarlas de collar o para las acuarelas en días pobres de color.

Mis heridas todavía las tengo tapadas con gasas de vergüenza. Cuando sea el momento las descubriré y ahí entenderás por qué nunca pude con las exigencias del mundo. Y la razón de ser de mi sensación de pequeñez a pesar de mis tres décadas.

 Que aunque siempre traté de esconder mis pesares y mis penas más profundas, vos tan afilado intuitivamente supiste lo que había atrás de mi carne. Como si tuvieras rayos x, develaste mis misterios y emociones atrapadas en mis entrañas.