Fue una noche de vidrios incompletos,
qué noche de vidrios incompletos:
abril asomaba sus primeras tempestades.
El otoño es lindo
pero también un poco triste.
Recuerdo que podía escuchar mi corazón romperse
o tal vez eran las hojas quebrándose en el suelo.
Fue una noche intensa,
qué noche intensa.
Me preparé para salir por primera vez en mucho tiempo
estaba linda,
pero también un poco triste.
Me molestaba el silencio,
nunca había aprendido a estar sola.
Y me molestaba la ausencia,
esa que anda por las lágrimas silenciosa,
esa que nunca nadie escucha,
de la que nunca nadie habla,
que se asusta, porque el estar escapa
la sentimos,
y yo no estoy escribiendo sobre ella ahora.
Fue una noche de presencias,
de presencias aparentes.
Miraba desfilar a todos al compás de una canción que no me sabía,
me pensaba sola,
me pensaba ausente,
los colores me hacían doler los ojos.
El gris es lindo,
pero también un poco triste.
-¿Querés un trago?
-No, gracias, no tomo alcohol. Además, todavía tengo la amargura de los insomnios en el paladar.
Fue una noche…
y entonces llegaste.
Te ibas y después volvías,
cada tanto te acercabas a jugar:
Tandil
un buso negro
un baile al otro día
el misterio de tu posible interés por mis caderas.
Después era mi turno;
mi tablero consistía en unos versos que nunca escribí
contaminados de apariencias,
y un lápiz labial sutil con el que intenté seducirte.
Y después una pieza que sabía que nunca iba a mover:
«Dejá de presentarme a tus amigos,
yo quiero estar con vos”
O más bien…
“Sos lindo,
pero también un poco triste”.
Fue una noche indescriptible,
demasiado para un solo poema:
Sabías que yo estaba rota
sabía que vos estabas roto,
pero nos callamos porque no es lo que nos compete.
Caminaste despacio,
te acercaste a la luz y me dejaste ver de cerca
tu inseguridad disfrazada,
tus ojos rebalsados de recuerdos,
tu sonrisa tímida.
Ahí íbamos a estar,
de ahí en más
coincidiendo,
tocando y consolando nuestros pechos
cuando tengamos el corazón roto:
-Hacke mate.
Lluvia de estrellas de emociones.
Nos besamos a la vuelta de la pared,
a la vuelta de la vida,
a espaldas de las angustias que dejamos para después,
a espaldas de las ausencias que nos reclamaban que las dejamos de mirar.
Fue lindo,
pero también un poco triste.
El azúcar de los tragos en tus labios endulzó mi paladar amargo.
Fue una noche misteriosa,
qué noche misteriosa.
No se bien si fue un acuerdo implícito,
o si todo se fue dando con el correr de las tormentas.
Después jugaste:
un pogo
un CD de Charly García
una invitación a tu cuarto,
envolviste nuestros dedos sin dejar de hablarme.
También jugué yo:
una pollera
el perfume de Shakira
la discografía casi completa de los redondos.
No ganaste,
yo tampoco;
las segundas opciones nunca ganan.
No fuiste lo mejor que me pasó en la vida,
no se bien qué fue lo que tuvimos
pero concluyo mi juego con este poema,
que al igual que “eso”
es lindo,
pero también un poco triste.
De las que escriben en insomnios