Mirás la luna, melancólico, como si te debiese algo. Como si vos le debieses algo.
Ella te devuelve la mirada indiferente. Porque desde allá lejos, en su órbita, puede ver como vos sos el autor tanto de tus fracasos como de tus victorias.
Pero, aun así, cada vez que volvés a tu casa, después de un amorío o de un intento de él, te la quedás mirando. Porque necesitás atribuirle tus pensamientos internos a un ente que poco y nada sabe sobre vos, pero elegís creer que el sol y la luna te dan energía y te guían a través de este camino de espinas.
Creo que deberías creer más en vos.
Creo que ya va siendo hora de que solo admires la belleza de los astros, en vez de entablar conversación con ellos.