En una pareja de alcohólicos consumados, Uno decide dejar la bebida. Dos le dice “No vas a poder” y desde ese momento compra más vino, vodka y cerveza que nunca. A cada rato le ofrece una copa, le recuerda anécdotas divertidas de borracheras, ataca su autoestima insistiendo en que no va a lograr su objetivo. Finalmente, Uno termina cediendo y Dos le dice “Te dije que no ibas a poder”.
El accionar de Dos en el párrafo anterior es un tipo de profecía autocumplida, un pronóstico con pretensiones de neutralidad en el que el emisor interfiere directamente para que sus palabras se cumplan. Un ejemplo clásico en la historia humana ocurre con las minorías y sus derechos. Como las mujeres (o negros, aborígenes, cristianos, judíos, pobres o el grupo oprimido de su elección) son consideradas inferiores no tienen derecho a ser libres, estudiar, trabajar, votar, tener propiedades o cualquier otro condicionante que haga que ese grupo oprimido no pueda competir en igualdad de condiciones con el sector hegemónico que, encima, es el que dicta las reglas.
Actualmente, Argentina atraviesa una pandemia donde la abrumadora mayoría de la comunidad médica y científica internacional sugieren el aislamiento y el distanciamiento social como medidas preventivas, hasta que lleguen una o más de todas las vacunas que andan dando vueltas. En este contexto, el gobierno electo de Alberto Fernández decidió seguir estas recomendaciones ante una amenaza desconocida para la humanidad. Todos los índices de opinión dan un apoyo de la sociedad a estas medidas superiores al 60%, bastante más que los votos que sacó el presidente en las elecciones pasadas demostrando que no se trata de un capricho partidario.
En la vereda de enfrente, los anticuarentena son un grupo diverso, surtido y heterogéneo pero todos comparten que la cuarentena de Alberto no sirve, es mala, perjudica más de lo que ayuda. Algunos van más allá y sostienen que ninguna cuarentena tiene sentido. A sus palabras las acompañan con acciones de distinto calibre que entran en franca contradicción con las medidas de aislamiento o distanciamiento social, siendo las marchas en varios puntos del país el emblema más acabado de estas acciones ¿Estamos entonces ante una profecía autocumplida? ¿Las marchas anticuarentena sabotean la cuarentena?
Antes de intentar un abordaje, valgan dos aclaraciones. Primero, no se va a juzgar la intencionalidad de los actos, a ojos de quien escribe de una irresponsabilidad ciega y cortoplacista, sino las repercusiones epidemiológicas que han tenido algunas manifestaciones públicas en nuestro país y en otras partes del mundo.
Segundo, nunca hay que perder de vista que estamos ante un fenómeno novedoso, inédito, que mes a mes nos revela una flamante cara que retuerce nuestro paradigma constantemente. Los avances logrados por la comunidad médica y científica en este tiempo han sido colosales y llevan a confiar en el desarrollo humano a un nivel que compensa al hatajo de irresponsables que pululan por el mundo. Sin embargo, recién estamos saliendo de las cavernas respecto a la covid, sobre todo si lo comparamos con lo que sabemos de otras enfermedades.
Es por esto que trataré de apegarme al siguiente axioma: es tan soberbio y falto de pruebas decir que las marchas no difunden masivamente el virus, como sostener lo contrario. Uno puede tomar un caso particular y hacer toda una teoría absoluta al respecto para que después venga uno del otro equipo con un ejemplo donde pasó lo opuesto. Y esto radica en que la forma en que se producen los contagios no responde a una fórmula matemática donde uno pueda determinar que si una manifestación contó con 1000 participantes, se van a contagiar, el 2, el 5, el 15 o el 30 por ciento. Dependerá de la cantidad de infectados presentes, pero también de lo que hagan esos infectados. En términos científicos, la comunidad global recién está recabando datos sobre este fenómeno. Cualquier hipótesis que se lance ahora será más inductiva que deductiva, en el sentido más peyorativo posible.
El ejemplo entre los ejemplos: las marchas por George Floyd y la violencia racista
Por lo menos en lo que va del año, ninguna manifestación popular tuvo más repercusión, alcance y gente en las calles que las que se generaron tras el asesinato de Floyd a manos de la policía estadounidense. Las marchas no sólo coparon todo Norteamérica, sino que se esparcieron por los cinco continentes como si no estuviéramos atravesando una pandemia.
Las imágenes de los noticieros yanquis mostraban miles y miles de personas que desde el 31 de mayo caminaban codo a codo, algunos con barbijos y otros no, por casi 300 ciudades distribuidas por cada rincón del país del norte. Una invitación al contagio masivo, según epidemiólogos de todo el mundo.
Rápidamente los anticuarentena salieron a tomar la parte por el todo y remarcaron que en Minneapolis, lugar donde comenzó todo, no hubo una explosión de contagios, lo que sería una demostración de su teoría. El dato es cierto, hay que reconocerlo. Sin embargo, como ya se dijo, todavía estamos recabando datos y una golondrina no hace verano. Veamos cómo fue la evolución de los contagios en todo Estados Unidos.
Cuesta creer que las marchas no hayan apalancado el crecimiento de la covid luego de ver el gráfico. El 31 de mayo hubo 21.686 nuevos positivos en todo USA. 20 días después la cifra estaba en 31.963. 10 días más y el número diario subió a 43.865. El aumento fue exponencial, aumentando de a 10.000 por semana, hasta llegar a 75.821 contagiados el 17 de julio, 47 días después del comienzo de las manifestaciones. Los enfermos cada 24 horas casi se cuadruplicaron en apenas 6 semanas.
Es esperable que hayan influido otros factores en este crecimiento acelerado, después de todo su presidente es Donald Trump, pero sería necio ignorar un vínculo entre estos hechos para defender una postura.
Hay un factor que agrava la cuestión en relación a las marchas anticuarentena realizadas en Argentina y que es necesario reconocer. Las manifestaciones por el asesinato de George Floyd no fueron un día feriado, de 16 a 18 horas. Fueron constantes, caóticas, permanentes en algunos casos y ni siquiera han desaparecido: siguen hasta hoy, aunque con menos fuerza. Las posibilidades de contagio no quedaron reducidas a un margen de minutos u horas, sino de días, semanas incluso.
Y por Rusia cómo andamos
Ya que vimos la situación en la sede central del capitalismo mundial, veamos qué pasó en el territorio de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, otro país muy golpeado por el coronavirus.
Entre el 18 y el 20 de abril, entre 1000 y 2000 manifestantes anticuarentena se movilizaron en Osetia del Norte-Alania, una de las repúblicas que conforman la Federación Rusa. Un número ínfimo de participantes, tanto para las movilizaciones por George Floyd como para las que se han realizado en nuestro país.
El caso tomó cierta resonancia pública porque fue una de las primeras marchas anticuarentena en el mundo y encima contra Putin, el enemigo predilecto de los defensores de las libertades individuales. Otro factor llamaba la atención internacional. Pese a compartir una frontera extensa y mantener fluidos contactos comerciales y geopolíticos con China, Rusia mantenía números bajísimos de infectados en relación al resto de los países europeos e incluso Estados Unidos.
Por esos días, el distrito en cuestión tenía apenas 150 contagiados en total y ese fue el argumento de los que decían que la covid era un invento o algo no tan grave como sostenían las autoridades nacionales y regionales al imponer medidas restrictivas. Para el 6 de junio, dos semanas después de las movilizaciones, en Osetia del Norte-Alania se reportaban más de 100 casos cada 24 horas, sobre una población de poco más de 700.000 personas (equivalente a nuestras provincias de Jujuy o San Juan). Por poner ejemplos rusos del momento, Moscú soportaba más de 800 contagiados diarios, pero con 12.000.000 de habitantes (más o menos el AMBA), mientras que San Petersburgo arañaba los 300, con más de 5.000.000 de ciudadanos (Santa Fe y Mendoza, sumadas). La proporción claramente no favorece a los habitantes de Osetia del Norte-Alania.
Situación argentina
Como se dijo anteriormente, no se puede sacar una conclusión general a partir de un caso particular, pero sirve para demostrar escenarios posibles. Así como Osetia del Norte-Alania en Rusia o cientos de ciudades en Estados Unidos demuestran que una manifestación puede aumentar los contagios, el caso de Minneapolis o algunas marchas europeas realizadas luego de la catástrofe sanitaria del primer trimestre del año, indican que tampoco es una regla inquebrantable.
En Argentina tenemos ejemplos de ambas cosas. Bahía Blanca, por empezar por el lugar al que más análisis le hemos dedicado, tiene ambas situaciones. Como se ve en el gráfico, las marchas del Día de la Bandera aumentaron notablemente la cantidad de contagios diarios. En contrapartida, la manifestación del 9 de julio no generó el mismo efecto.
Pero utilicemos la lógica implementada con las marchas por George Floyd. Ya que las manifestaciones se dieron en todo el país, veamos los números nacionales. Hasta ahora hubo movilizaciones anticuarentena en cada fecha patria, a repasar: 25 de mayo, 20 de junio, 9 de julio y 17 de agosto, de la que podremos sacar conclusiones en unas semanas.
Veamos caso por caso. El 25 de mayo, aniversario de la Revolución de Mayo, había 552 contagiados diarios en todo el país. 14 días después había el doble: 1.141. El 20 de junio, Día de la Bandera, había 1.634 y a las dos semanas se contaron 2.590. El 9 de julio (menos de 20 días después que la otra marcha) los casos eran 3.663 pero luego del proceso de incubación del virus eran 6.127.
Con sólo ver los números queda claro que 14 días después de cada manifestación los nuevos contagiados diarios eran casi el doble que los del día de la protesta. Algún anticuarentena podrá decir que no es responsabilidad de las marchas, sino del crecimiento natural del virus. Es un hecho contrafáctico que nunca podremos corroborar a ciencia cierta porque se dedicaron a hacer movilizaciones al menos una vez por mes y no hubo períodos de tiempos sin esta variable como para comparar.
Lo más parecido a esto fue el período entre el 23 de julio (14 días después del aniversario de la Declaración de Independencia) y el 17 de agosto, día de la última marcha. Como se dijo, el 23 de julio hubo 6.127 contagios. Desde ahí, hasta el feriado en honor a José de San Martín, el pico más alto de casos fue de 7.663, el 12 de agosto. Muy pero muy lejos de los 12.000 que representarían el doble de casos. Quedará por ver cuántos infectados se registran los primeros días de septiembre y ver si se confirma la tendencia multiplicadora de las movilizaciones.
Conclusiones
Como se dijo, sería tan soberbio decir que las marchas anticuarentena no diseminan el virus, como afirmar lo contrario. Sin embargo, una postura es mucho más responsable que la otra, en especial en un contexto de absoluta ignorancia sobre este nuevo flagelo mundial.
Sin dudas, las aglomeraciones de personas representan un enorme riesgo sanitario y que, por obra del azar o motivos desconocidos, alguna manifestación no redunde en un aumento poderoso de casos no anula ese riesgo. Los datos están ahí, para quien quiera verlos, y no son muy optimistas al respecto.
Para cerrar, un pequeño y claro ejemplo de desinformación, ignorancia y un poco de hijaputez de parte del periodista Alfredo Leuco, que sostuvo como demostración sinecdótica que las marchas anticuarentena de la ciudad santafesina de Avellaneda no repercutieron en contagios. Para reforzar el concepto remarcó que al 17 de agosto la ciudad seguía sin tener ni un solo caso de coronavirus, demostrando una brutalidad supina. Si no hay ni un solo infectado, a la marcha pueden haber ido una, diez, mil o 25 millones de personas que el resultado iba a ser el mismo porque la covid no había llegado hasta el lugar.
Esto cambió ayer. El intendente Dionisio Scarpín fue diagnosticado como covid positivo. El día de la marcha se lo pudo ver sin barbijo, a los mates, besos y abrazos con muchos vecinos, varios de ellos parte de los grupos de riesgo. Sólo la buena o mala fortuna dirá en 14 días cuántas personas infectó este irresponsable en una ciudad que tenía todo bajo control. Tal vez Leuco haga una de sus editoriales con esta información y realice algún tipo de autocrítica. Tal vez, pero no creo.
Presidente de Trafkintu (por el momento)