Tengo que confesar que varias puteadas tienen tu nombre.
Que me gustaría escupir fuego al menos una hora al día
para buscarte.

Me tomaría el tren de 12 horas
y saldría puntual.
Acamparía en la puerta de tu oficina toda la noche
para verte llegar
y que tus últimas palabras sean qué sorpresa.

O ser una superheroína más y romperte el parabrisas de tu camioneta
para que no le grites a
ninguna
ninguna
ninguna
mujer más.

Sé que la bronca siempre vuelve
y que tengo que respirar
por eso quiero que sepas que ya no te hablaré más
que el karma siempre llega
y agradecerte
si, de verdad gracias
por enseñarme a dónde no pertenezco
y a confiar en mi intuición
y recordar mis límites.

El nudo en la garganta y la puntada en el pie derecho
la injusticia personal
tengo que soltar
y entender que las cosas no siempre se resuelven como quiero
que el mundo es más complejo de lo que veo.

Sé que me escuchás.
Te hacés el tonto y tapás.
Esa técnica de evitar te va a servir hasta que en otra vida
cuando nos toque reencarnar en animales
vos seas cucaracha
y yo sí,
adivinaste
tragá saliva,
dragón.