La esquina del tiempo
El tiempo tiene historias, tiene vidas, tiene lugares de tardes que se teñían de oro cuando el sol caía,
marcando el fin de las jornadas.
La vereda sobre la esquina que vivió extensas mateadas amigas,
donde el mate llenaba de voces resonando de chismes, consejos, problemas y risas.
La vecina que salía a barrer se acercaba comentando el insoportable calor que le calaba los huesos.
La mujer de los cosméticos en bicicleta saludaba desde la calle, mezclando ventas y noticias de pueblo.
Esa esquina guarda voces de amigos, de vecinos, de familias y de interrogantes del pasado y el futuro.
—¿Qué hizo de rico hoy, doña Nelly?
Ella, con una sonrisa, ahuyentaba las moscas con la servilleta mientras acercaba el plato con pastafrola o escones humeantes.
Claro, el tiempo cambia, como las ciudades modernas en desarrollo, desde las calles de tierra,
a las de asfalto y el bullicio de las tecnologías.
Así, esa esquina se despintó con los años que sucedieron; sí debe ser eso, los cambios.
—Ya nos estamos yendo —anunciaban las amigas, como despedida de la ronda, diagramada en la nostalgia.
¡Sí, las esquinas cambian! O las rondas, o las personas, o las esquinas sin rondas.
Escribiendo encontré una pasión y así como se viven las pasiones escribo.