Volviste despacio y casi sospecho que en realidad nunca te fuiste. Volviste atándote el pelo y pidiéndome que te sacara una foto con el sol en la espalda, y mientras me decido entre un ojalá y un hasta siempre, te miro por el lente de la cámara y capturo el instante una, dos, mil veces. Volviste con un mensaje a medianoche, con un atardecer inmóvil, con un poema que me/te desgaja. Volviste y me trajiste de regreso a ese lugar del que nunca tendría que haberme ido.
Estás ahí, otra vez, como tantas, como nunca. Estás y no estás, y yo salgo, mujer azul, a mirarte en la luna, a contarte que lo volátil del día se eternizó en un verso y que entre las hendijas de la noche redescubierta en el encierro se cuelan las palabras que no te digo.