¿Es que, realmente, no lo ví antes?

Las señales, los motivos que decoraban hojas enteras en interminables listas buscando darme una razón para alejarme. Eran claros, concisos, directos, pero no lo suficiente.

1. Se le quiebra la voz al pronunciar mis iniciales; no sabé qué hacer con ellas. No hay lugar para mis letras en su boca, son ajenas a su lenguaje.

2. Sus manos, no dudan ni tiemblan al soltarme. Y, sin embargo, siempre están seguras cuando se trata de sostenerse a sí mismo. No a mí. Nunca a mí.

3. Maneja muy rápido pero siempre llega después.

4. No conoce mi obsesión por las manzanas rojas, los chicles y el café amargo, así como tampoco reconoce mi presencia con solo escuchar el sonido de mi respiración.

5. Odia lavar los platos, no canta en el auto y su corazón no bombea mis iniciales.

6. Me mira, pero no me vé. Todavía no descubrió que mis ojos cambian de color cuando llueve, que tengo un par de pecas en la naríz y se me marcan los hoyuelos cuando río.

7. Cuando estoy junto a él, mi corazón no late. Se ha vuelto silencioso, indiferente, porque sabe que ya no hay razón para acelerarse. Que ya no hay lugar para esto en mi pecho.

Pero no lo culpo; él no tiene la culpa de tener la sangre fría ni de que mis huesos no encajen con los suyos.