Mi Primera Pandemia

Introducción

El viernes veinte de marzo fue el día en que se daría inicio al aislamiento social preventivo y obligatorio. Si bien se estipuló que duraría 2 semanas, con el pasar del tiempo las semanas se convirtieron en una odisea de varios meses.

La pandemia nos tomó por sorpresa. Y aunque teníamos tiempos para poder alivianar la propagación del virus en nuestro país, diversos fueron los motivos por los cuales no supimos aprovecharlo. Es de público conocimiento que no estábamos preparados para llevar a cabo una cuarentena ni en el ámbito de salud, mucho menos el educativo y, menos aún, el mental.

¿Estamos preparados para desafíos similares? ¿Hasta qué punto el ser humano se considera invencible? ¿Sabemos discernir, a la hora de leer información, entre lo que es certero y lo que no? Estos temas son los que desarrollaré a lo largo de este trabajo.

Desarrollo
La Educación Escasa
La declaración de una cuarentena estricta motivó que los estudiantes del todo el país empezaron a tener clases online, una de las tantas cosas que no fueron adecuadamente preparadas. Algunos jóvenes se adaptaron a esta modalidad, y me gustaría decir que lo hicieron fácilmente, pero no fue así; otros desde el primer día optaron voluntariamente por no ingresar y aquellos desafortunados con pocos recursos no tuvieron más opción que unírseles.
Muchos de los jóvenes, y me incluyo, estábamos despreocupados. “Serán 
como vacaciones” decíamos. Y lo fueron, al menos… en su momento.
Hay una cita en el libro “Manual animal” que dice lo siguiente:
               «En la ciudad el tiempo escasea. Por eso los acuciados habitantes realizan todas sus actividades con la torpeza propia de quien se encuentra apremiado. Esto que parece ser un mal menor, sin embargo se proyecta como un serio peligro si pensamos en millones de animales con sus movimientos acelerados y rudos, con sus capacidades perceptivas disminuidas, con su atención anulada, la adrenalina saliéndole por los poros, las bocas babeantes y los ojos inyectados en sangre.»

¿A qué viene al caso?, se preguntarán. Pues en el enfrentamiento al encierro que vive una persona pueden generarse muchísimos agregados psicológicos. Entre ellos el sentirse invadidos, ya que un lugar templado como lo es el hogar, un cuarto o la habitación de un adolescente deja de ser inmaculado cuando es amenazado por aquellas cosas que gozaban su propio espacio e itinerario, y con esto hago referencia a la escuela.

La invasión no es lo único que se puede percibir. El insomnio, irritación, los cambios de humor, son algunas de las muchas cosas que surgen y afectan a las mentes de las personas y a su rendimiento académico; más si no tienen el gozo de disfrutar de una genuina comunicación y convivencia con los congéneres de sus compañeros y educadores.

Las clases virtuales comenzaron tranquilas, parecían ser como unas vacaciones, pero se fueron intensificando cada vez más. Los profesores notaron que el encierro tenía para largo rato y empezaron a querer recuperar el tiempo perdido con el envío de muchísimos trabajos, algunos de los cuales ni siquiera eran explicados. Había varios choques de horarios, algunos profesores querían dar clases en horarios que no les correspondía, o constantemente cambiaban los horarios convirtiendo a los alumnos en un vaivén.

Fue un mal año para la educación, pues sin un planeamiento previo nadie sabía qué hacer y esto desembocaba en los alumnos, de los que muy pocos fueron los que verdaderamente aprendieron; otros, afectados por los agregados psicológicos, realizaron sus actividades de manera torpe, acelerada y ruda tan solo para desligarse lo más pronto posible de sus abrumadoras obligaciones. Yo no los culpo; asimilaban la cuarentena, recordemos que el tiempo escasea al igual que los metros cuadrados de un hogar.

En “Manual animal” encontramos lo siguiente:

«Falta de tiempo nos decimos… aunque intuimos que el tiempo está ahí, solo que no sabemos cómo usarlo a nuestro favor en lugar de ser usados por su voracidad.

Porque el tiempo para trabajar, hay; tiempo para ir al banco, hay; tiempo para hacer los trámites, hay… Lo que falta es el tiempo para No Hacer todas esas cosas.
«



Si todos estamos adentro… ¿Quiénes están afuera?

En un principio cuando la cuarentena comenzó, todos asumimos la responsabilidad de quedarnos en nuestras casas y no salir si no era por alguna emergencia. Las fuerzas de seguridad constantemente recorrían los barrios asegurando el cumplimiento del aislamiento social, preventivo y obligatorio. Pero luego de unos meses la responsabilidad comenzó a decaer, y no lo digo por los ciudadanos, sino por las mismas fuerzas policiales de diversos municipios que ya no realizaban las supervisiones en los barrios, tal vez por indicación de los funcionarios responsables del tema. Entonces… si todos estábamos adentro… ¿Quiénes estaban afuera?

En ese lapso en el que la ciudadanía se vio desprotegida, cualquier persona que saliese a hacer una compra corría el riesgo de ser asaltada o secuestrada ya que los delincuentes tenían vía libre para realizar sus atrocidades; nadie estaba afuera; nadie podría saber ni ver nada de lo que ocurría. Esto llevó a que desde el 28 de septiembre al 1 de octubre se encontraran los cuerpos de tres mujeres sin vida.

Link del Reporte.


Desde el hallazgo de las víctimas sus familiares comenzaron a recibir muchísimo apoyo por parte de la comunidad, a tal grado que las manifestaciones comenzaron a acrecentar debido a que la vida de los ciudadanos no solamente estaba siendo amenazada por el virus sino también por la inseguridad y la poca protección que había. Lo que parecía que solo pasaba en las grandes ciudades, ahora ocurría en una pequeña ciudad en la que cosas así no ocurrirían jamás; al menos ese era el pensamiento de los habitantes de esa ciudad. Creo que el vivir encerrados despertó al monstruo que tal vez existe en cada persona, y desde ese momento la ciudad no volvió a ser la misma.

Dióxido de Cloro y la Pseudociencia

A medida que los casos de coronavirus fueron apareciendo, consigo también los números de muertos. La gente atormentada por el miedo solo podía refugiarse en sus casas y defenderse detrás de un simple barbijo. Pero… ¿qué pasa cuando ya no te sentís tan seguro? ¿cuando la llegado de una cura no pareciera ser un sueño muy lejano?

Bueno, en algunos casos la pseudociencia se encargó de llenar ese vacío de la mano del dióxido de cloro. La pseudociencia es aquella afirmación a una práctica o producto que supuestamente está avalado por la ciencia, pero que en realidad solo fue impuesto de esa manera. Jim Humble fue quien popularizó al dióxido de cloro como “remedio milagroso”, pues tenía la función de supuestamente curar muchísimas enfermedades. Entonces, en el contexto actual, en el que se vive un pandemia, muchísimas personas seguidoras/practicantes de estas seudociencia, como Josep Pámies y Andreas Ludwing Kalker, divulgaron sobre lo bueno que era el dióxido de cloro como remedio para el Covid-19. Ese dato, claramente, era erróneo, pues no solamente no cumplía el propósito que se comentaba, sino que hasta provocaba daños severos a las personas, a tal punto que pudieron causar la muerte.

Link de la Nota.

Entonces, no solamente estamos propensos a la muerte por culpa de un virus, sino que también vamos directamente hacia la muerte a la que nos lleva la ignorancia. La pseudociencia será algo muy difícil de extirpar ya que el creer que algo nos está haciendo bien o que nos está protegiendo causa un efecto placebo, libera esa dopamina y serotonina que nos hace sentir bien pero que en realidad no nos está curando. Las recomendaciones que vienen del boca a boca parecieran no tener fin. 

¿Para qué estamos preparados?

Hemos afrontado dos guerras mundiales que nos enseñaron que la diplomacia es mucho mejor que usar las armas. Pero aquellas guerras han causado mucho temor, a tal grado que personas en Estados Unidos siguen construyendo bunkers con reservas de comidas y agua ante cualquier situación de guerra. En una conferencia Bill Gates pregonaba que las armas nucleares no sería lo único que pudiera llevar a la extinción del ser humano, sino que también lo podría hacer un virus, a la vez acotó que se invierten grandes sumas de dinero para las elaboraciones de armas de fuego y armas nucleares, pero no tanto para investigaciones biológicas, bioquímicas o farmacéuticas para hacer frente a una pandemia. En el contexto actual comprendemos que no estaba errado.

El ser humano cada vez evoluciona más, adquiere nuevos conocimientos y con ello, consigue nuevas tecnologías; nuevas estructuras arquitectónicas, pareciera que el ser humano puede mejorarlo todo menos su cuerpo.

Conclusión

La guerra y el virus nos enseñaron que se necesita tener preparados ciertos protocolos para afrontarlos. Espero que todo este tiempo sacrificado no sea en vano. Si no hubo un protocolo para la educación, para salud y para el trabajo ante una pandemia… ¿Lo habrá para una guerra? ¿o para un desastre natural?

Lo cierto es que no estamos preparados para este tipo de situaciones, pareciera que esperamos a que las cosas nos exploten en la cara para recién tomar cartas en el asunto. El no anticipar las próximas amenazas, nos costará vidas como las que ya pagamos durante estos meses.

No importa cuánto aprendamos, no importa qué tan preparados creemos que estamos, siempre algo atentará contra nosotros: si no es la inseguridad que vivimos día a día, lo será un virus, lo será un mal planeamiento salubre o, peor aún, nosotros mismos, buscando solución en donde no la hay.

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