Para dar comienzo a esta breve descripción sobre lo que fue este encuentro es importante explicar cómo se dio la dinámica de esta. La conversación estaba moderada por Cecilia Fanti, quien realizaba las preguntas que estaban pre-hechas para este debate. Por otro lado, al finalizar se le dio la posibilidad al público de efectuar preguntas y hacer intervenciones. Los turnos para hablar, en un principio debían ser ordenados para poder argumentar y contraargumentar de manera ordenada y ágil.
El primer cuestionamiento fue: ¿Cuan dueño se es de la lengua?
Esta pregunta llevó a Sarlo a hacer una explicación del azar al que están sujetos los cambios lingüísticos y que nada de lo que hagamos adrede para que se dé una varianza en la lengua tendrá resultados significativos. Ella da el ejemplo del intento que se hizo durante cuarenta años en nuestro país de eliminar el “voseo” y suplantarlo por el “tu”. Empresa que evidentemente imposible. Los niños no cambiaban su forma de hablar por estas intervenciones educativas. La posibilidad de que un cambio lingüístico se da depende de muchos factores que no siempre podemos controlar, pero que pueden ser muy útiles para saber cómo será el lenguaje en el futuro.
Lo que claramente lleva a la conclusión de Beatriz de aseverar que nada puede ser impuesto –lingüísticamente hablando-, no solo por un grupo social que promulgue el uso del lenguaje inclusivo, sino también de la institución misma de la Real Academia Española. Explica que los ritmos de cambios no tienen una linealidad.
En concreto, explica que no se puede, ni se debe, imponer la norma de la Real Academia Española, puesto que no refleja el uso del lenguaje por parte de la mayoría de los hispanohablantes, y contrae derechos fundamentales, como el derecho a la libertad de expresión. La libertad de expresión y el derecho a hablar y escribir libremente, no solo no están respetados por la institución, sino que son violados de una forma flagrante.
Segunda pregunta (no de manera textual): ¿La lengua influye en la realidad o viceversa?
A lo que Santiago en su argumento comienza a hablar de las dimensiones de la lengua, haciendo énfasis en la dimensión política. Explica que es un “fenómeno retórico”. Digamos que quiere darle al lenguaje inclusivo la posición de “intervención con la lengua, no en ella”, es decir, que se usaría al lenguaje como una herramienta para el cambio de la realidad y no se busca hacer un cambio en la gramática. A partir de aquí lo que podemos suponer que toda la discusión aquí debe cambiar de rumbo.
Aquí se sigue en cierta medida la línea principal de los argumentos de ambos, donde Beatriz le dice a Kalinowski que su énfasis en la cuestión política es demasiado limitado para describir la lengua y que el eje cultural es clave para entender la dinámica de la misma. Santiago insiste en que el lenguaje inclusivo es una forma de intervención y no de apropiación. Señala que el lenguaje inclusivo es una forma de «abrir» el lenguaje, de hacerlo más flexible y de darle más posibilidades a las personas para que se expresen. Conclusión personal y opinión.
Creo que el espacio de diálogo es fundamental para cualquier dilema, fuese cual fuese su naturaleza. Entiendo que cualquier persona tiene voz para emitir una opinión igual de valiosa que otra, pero considero que en particular la postura de ambos es muy importante por su formación y conocimiento sobre el tema en cuestión.
Por otro lado, y ya entrando en el campo de un juicio personal, considero que sin lugar a dudas, la irrupción de una institución sobre el lenguaje es una acción sumamente alejada de los principios de los derechos humanos y por esto, violenta. Los DDHH profesan la libertad de expresión.
La existencia de una Real Academia evidentemente determina un fuerte control sobre la forma de expresarse del hispano-hablante, un control que indudablemente no se logra, ya que el dinamismo del lenguaje y la característica cultural que este conlleva es abrumadora.
Si bien entiendo que la idea tiene una intención muy honesta y sus fines son esperables para todos, creo que la normativización de esto es igual de incorrecta que el pie sobre la cabeza que quiere poner la RAE sobre sus hablantes. También cae sobre mí la duda de que si verdaderamente el lenguaje cambia la realidad, ya que de esa forma podríamos moldear cualquier sociedad simplemente interviniendo en sus sufijos, por ejemplo.
Entender lo anterior como real sería recaer en un simplismo sumamente peligroso, que creo yo que se da en cierto punto por la facilidad para “aportar a la igualdad” acostado en una cama twitteando con lenguaje inclusivo, creyendo que así va a cambiar la historia de la humanidad.
Y ya que estoy en una discordia, creo que la clave está en la educación. La educación la que va a cambiar el mundo, y la que va a cambiar la forma de expresarse de las personas. Quienes valoren la igualdad, la libertad y la justicia, quizás no tengan problemas con hablar de la misma manera. De todas formas, no podemos estar encasillados en una sola forma de expresión. Todo el tiempo se van a estar produciendo cambios, tanto en nuestra forma de ver el mundo, como en nuestra forma de interactuar con él. En síntesis, creo que la posición de ambos es interesante y puede abrir un debate muy interesante, pero por mi parte, considero que se debe actuar sobre la educación de las personas y dejar fluir el lenguaje, ya que es una expresión de la libertad.
Como explicaba anteriormente, está claro que no hay una verdad absoluta y que el mundo es complejo. Sería entonces una victoria pensar la realidad desde este paradigma (el de la complejidad)1 y no obstinarse con respuestas armadas por terceros.