Hace dos semanas vivimos un efluvio de esperanzas con las noticias de vacunas contra el coronavirus por todos lados y la cercanía de nuestro país y Latinoamérica ante esa realidad próxima.
Hoy, esos sueños de libertad sanitaria que proyectábamos para el año que viene tal vez se hagan esperar un poco más. Se confirmaron 3 casos documentados de pacientes que volvieron a enfermarse de covid en Hong Kong, Bélgica y Holanda, a menos de 5 meses de su primer diagnóstico. De confirmarse esto, la inmunidad de rebaño pasaría a ser un objetivo obsoleto, como ya se indicó en la falacia antiaislamiento número 8: “Si no nos empezamos a contagiar esto no va a terminar nunca”. La vacunación, opción que sigue siendo viable, entraría con las reinfecciones en un escenario incierto y pantanoso.
¿Por qué los recontagios son tan mala noticia?
El giro no fue inesperado ni asombroso pero no por eso menos negativo. Ya eran muchos los expertos y no tanto que comparábamos a la covid con gripes estacionales, que cambian de cepa todos los años y requieren una campaña de vacunación específica cada temporada otoño-invierno. Un estudio del londinense King´s College había dado cuenta hace 40 días que los anticuerpos ante la covid disminuían drásticamente al cabo de 3 meses. Científicos y especialistas salieron a apoyar o criticar la investigación, algo que vuelve a ocurrir con la aparición de estos casos documentados de recontagio.
La postura de la Organización Mundial de la Salud fue de cautela, más como una expresión de deseo que una postura científica. «Lo importante a tener en cuenta es que las cifras son muy, muy pequeñas. Así que este es un caso documentado en más de 23 millones y probablemente veremos otros casos documentados, pero parece que no es un evento regular, ya hubiéramos visto muchos más casos” dijo Margaret Harris, portavoz de la OMS.
He defendido a la Organización Mundial en otros contextos, en especial ante los ataques de Donald Trump pero creo que esta vez se equivocan con la declaración. Estamos ante una enfermedad nueva, que ni siquiera existía hace 9 meses. Arriesgar temerariamente que el recontagio no es un evento regular sólo se explica en una búsqueda de tranquilizar geopolíticamente más que en un análisis fundamentado.
En línea con la OMS otros científicos han sostenido, a raíz del análisis de otros virus similares, que el recontagio sería más leve que la primera infección. Los casos de Hong Kong y Bélgica irían en esa dirección. Del holandés no han trascendido muchos detalles, salvo que se trata de un paciente de riesgo y que tendría complicado el sistema inmunológico.
(Aclaración de último momento: se acaba de confirmar un recontagio en Argentina. Se trata del infectólogo Fernando Polack. Su segunda infección no fue asintomática pero si más leve y sostiene que “las reinfecciones son la regla en estas enfermedades respiratorias y no tienen nada de especial. Son normalmente leves y mantienen la memoria inmunológica para que el cuerpo pueda decir ’yo a este virus lo conozco’ la próxima vez que aparezca”)
En cualquier caso, cuatro situaciones no alcanzan para sacar conclusiones.
Para contrastar este análisis está el caso de las enfermedades virales que suelen ser más mortales en una segunda aparición. En Latinoamérica tenemos al dengue, por citar un ejemplo, para recordarnos esta capacidad patológica.
Como ya dijimos, aun tratándose de un evento no regular y de menor gravedad, el recontagio daría por tierra con la ilusoria inmunidad de rebaño, dado que el virus se mantendría circulando incluso por personas que ya infectó, listo para saltar a habitantes sanos. Si se especuló desde el comienzo que el punto de inmunidad colectiva estaba entre el 40% y el 80% de la población, ahora esos números pueden llegar a ser abrumadoramente insuficientes.
Pero veamos el caso de las vacunas. A grandes rasgos, se puede decir que las estrategias de los desarrolladores se dividen en dos: modificar el ARN mensajero o generar anticuerpos a partir de una infección controlada.
La segunda opción es la clásica, la que se ha usado desde la primera vacuna de Jenner hasta hoy en un sinfín de enfermedades. Algunas usan vectores virales no replicativos y otras un virus inactivo pero el concepto es similar: enseñarle al sistema inmunológico cómo reaccionar ante un enemigo específico, en un entrenamiento contra una versión que no sea tan grave para el cuerpo humano o que tenga disminuida su capacidad reproductiva (suelen utilizarse los virus de otros animales para tal fin, como es el caso de la vacuna de Oxford que se está desarrollando en el país).
Cualquiera de estas estrategias tiene en el recontagio un escollo que obliga a replantear objetivos ¿Cuánto tiempo durará la inmunidad de cada vacuna? ¿Más o menos que la inmunidad obtenida por la superación natural de la enfermedad? Las fases 3 de los varios desarrollos que andan dando vuelta brindarán una aproximación a esta respuesta, aunque probablemente tardemos años en afianzar estos datos.
La pregunta que muchos especialistas y líderes mundiales se estarán haciendo por estos días será si vale la pena jugársela con una vacuna y un enorme plan de vacunación para que 4 meses y medio después tengan que hacerlo de vuelta. Y el riesgo no es sólo el gasto de recursos y confianza de la población. Se pueden generar efectos adversos por la aplicación de vacunas no del todo probadas. Además, la insuficiencia del tratamiento quizás termine beneficiando al virus, como esos insecticidas que no matan a su objetivo pero le generan tolerancia al veneno. La posibilidad de dos o más contagios por el coronavirus podría, quizás debería, aplazar aunque sea unos meses el lanzamiento de la vacuna en la población hasta recabar más pruebas y, sobre todo, durante más tiempo.
¿Por qué surge el recontagio de coronavius?
Como era de esperar, todavía no hay unanimidad al respecto. Y parte de esto surge de la falta de convenciones en la comunidad científica internacional. Palabras como linaje, variante, mutación, cepa y otras más son utilizadas por especialistas de todo el mundo, pero no todos comparten dónde termina una clasificación y empieza la otra. Muchas de estas discrepancias radican en debates no saldados, pero otras también se pierden en la traducción de las decenas de idiomas que utilizan los que están investigando cómo combatir la pandemia.
En el caso de las reinfecciones, se está dando por supuesto que se trata de cepas diferentes, aunque no son pocos los que dicen que, técnicamente, no se trata de una cepa nueva sino de una mutación fuerte, pero dentro de la misma cepa.
Lo único en lo que están de acuerdo todos es en que el virus cambia, evoluciona con cada reproducción y que, por la alta tasa de contagios mundiales, estas variaciones se dan con muchísima frecuencia. Estos cambios no tienen que ser necesariamente perjudiciales para el huésped humano, pero tampoco significan que el virus vaya a perder fuerza y desaparecer. Son variaciones, en el amplio sentido de la palabra, y algunas de estas logran engañar a un sistema inmunológico que ya combatió al virus. El principal argumento de los que sostienen que la segunda infección tiende a ser más leve radica en que, si bien nuestros anticuerpos no logran frenar el ingreso de la covid, mantendrían en su memoria la forma de combatirlo.
Por lo pronto, todas las vacunas que generan anticuerpos a través de una infección controlada van a tener, en mayor o menor medida, esta limitación ante el coronavirus y no parece muy razonable inocular a la población con tantas fórmulas como cepas (o linajes, mutaciones, variantes o la palabra que usted elija) hay en el mundo, dado que son muchas y siguen apareciendo nuevas constantemente.
Lo que ya parece descartado ante este escenario es la vacunación total de la población, que debería repetirse cada x cantidad de tiempo. La erradicación total de este coronavirus es una utopía, al menos en los próximos dos años. La opción viable es proteger a la población de riesgo, al personal de salud y a quien las autoridades pertinentes consideren necesario. El resto, conviviremos con la covid como una gripe más, hasta que nuestra salud o el paso del tiempo nos ubiquen como pacientes de riesgo.
No se trata, de todas formas de pocas personas. Los mayores de 60 representan casi el 15% de la población (casi 7.000.000) y los embarazos simultáneos oscilan entre los 500.000 y los 700.000 dependiendo el momento del año.
El resto de las variables pueden superponerse con los datos anteriores así que no son tan fidedignos, pero sí contundentes. El personal de salud, sin contar al personal de limpieza que también debería ser vacunado, supera los 400.000 profesionales y el dato es de 2016, antes del boom de contratados que se registró con la llegada de la pandemia.
Las tres enfermedades prevalentes más habituales entre los fallecidos por covid son la hipertensión, que algunos cálculos estiman presente en el 40% de la población, la diabetes, sufrida por más de 4.000.000 de argentinos y la obesidad, que afecta a 1 de cada 4 ciudadanos.
Es evidente que, aun descartando a la población que no se encuentra dentro de los grupos de riesgo, la campaña de vacunación tampoco será una pavada.
Modificar el ARN mensajero, el otro tipo de vacuna
Dejamos para el final este desarrollo médico porque tiene sus complejidades.
El primer factor es lo novedoso del asunto. Este tipo de técnicas comenzaron a experimentarse en la década del 90 y todavía no hay una vacuna, de ningún tipo de enfermedad, que se haya desarrollado y aplicado masivamente en humanos.
La estrategia no es generar anticuerpos a través de un virus atenuado sino directamente modificar el ADN o ARN de las células del paciente para que segregue anticuerpos neutralizantes o linfocitos T citotóxicos, según el caso.
Se están investigando varias vacunas en el mundo con esta técnica, siendo la coproducción estadounidense-alemana de Pfeizer y BioTech la más cercana a los argentinos porque se están realizando pruebas en nuestro territorio. De hecho, el flamante recontagiado nacional, Fernando Polack, es quien dirige estas pruebas.
Las preguntas que surgen entonces son ¿está estrategia es mejor ante las mutaciones o nuevas cepas del virus? ¿Qué pasa si le modificamos el código genético a nuestras células y después el coronavirus modifica su forma, dejando sin efecto el cambio? Hay algo de consenso respecto a que este tipo de vacunas tendría mayor duración que las del otro grupo, pero son sólo especulaciones teóricas. Como se dijo, esta técnica nunca fue probada sobre grandes poblaciones.
Lo que parece evidente es que estas vacunas deben tener más controles que la vieja y querida estrategia de inocular un virus atenuado, que ya tiene siglos entre nosotros. Los cambios de ADN y ARN no son algo tan estudiado y la urgencia por eliminar la covid nos puede llevar a cometer errores a mediano y largo plazo, que recién se manifiesten años después de la vacunación.
No es que uno esté en contra de los avances tecnológicos, pero tampoco es cuestión de andar tirando dados con nuestro material genético a ver si eso nos cura. En lo personal, creo que este tipo de vacunas debería tener más estudios que el método clásico. Tal vez una fase 4, con un paso de tiempo mayor para poder comprobar posibles efectos adversos.
Marchas y covid: creer o contagiar
Tampoco hay un consenso científico acerca de cuánto tarda en manifestarse la covid, luego de que el virus ingresa en el cuerpo pero hay bastante acuerdo en que ocurre entre los 5 y 17 días. Por esto se suele tomar el número 14 como clave para proyectar análisis o medidas ante un evento particular.
Los datos de hoy, tanto de Bahía Blanca como de Nación, corresponden al 27 de agosto, 10 días después de la marcha del 17A. Ni siquiera se cumplieron las 14 jornadas de rigor, por lo que es probable que la diferencia continúe en aumento. Estos son los números:
17 de Agosto/contagios diarios (promedio de los últimos 7 días)
Bahía Blanca: 12 casos
Argentina: 6465 casos
27 de Agosto/contagios diarios (promedio de los últimos 7 días)
Bahía Blanca: 25 casos (aumento del 108%)
Argentina: 8487 casos (aumento del 31%)
La semana que viene analizaré los números, una vez asentados, pero no parece que el caso bahiense necesite muchas explicaciones. La situación nacional también es muy grave y se puede esperar un aumento final cercano al 50% cuando se cumplan los 14 días, el 1 de septiembre. Sólo para ilustrar, si tomamos 14 días antes del 17 de agosto, el promedio de los últimos 7 días era 5740 contagios. Sin marchas antidistanciamiento, en el mismo período, la transmisión del coronavirus creció apenas un 12%.
No quedará otra que cuidarse. Como siempre.