Hay estructuras. Es inevitable. Lo primero que hacemos ante un problema es solucionarlo. La segunda vez, pensar en cómo lo solucionamos antes. Y así. Como para la quinta vez ya hay una estructura más o menos estable. Sobre todo si es efectiva (aunque no es obligatorio).
Ejemplo:
Un bebé es separado de la madre por primera vez en su vida.
Obviamente llora. Alguien acude a él (preferentemente la madre) y deja de llorar.
El mismo chico pero, digamos, de 5 años se pierde en la playa. La desesperación es tan grande que rompe en llanto. La gente aplaude y final feliz.
Las vacaciones fueron caóticas y el chico se pierde en una peatonal. El chico llora. Es de noche y quizás tiene hambre. Empieza un murmullo que llega a los oídos de los padres. Nuevo final feliz.
Poniendo en riesgo la tenencia ante la justicia, el chico se vuelve a perder. En un parque, capaz. El chico ya no necesita llorar. Sabe que lo van a encontrar. O cree saberlo. Sin embargo, el silencio no siempre es eficaz y el chico llora para que lo escuchen.
Esta serie de hechos se repetirán en menor y mayor escala a lo largo de toda su vida. En algún momento su mujer lo va a dejar y no va a poder hacer otra cosa que llorar. Lo sienta o no. Es lo que le sale. Es lo que aprendió a hacer ante la soledad.
El chico (que ya es un hombre, en apariencia) llora un poco por la mujer perdida pero más por evocar ese momento de soledad primigenia. El hombre se siente mal y tiene necesidad de compañía. Se encuentra con cualquier mujer. Cogen y tienen hijos. No importan mucho los detalles. La especie se reproduce y en definitiva, el chico sigue extrañando a su madre.
El ejemplo es burdo porque sino nadie lo leería. Y si se le pone imaginación también es claro y efectivo.
El punto realmente importante es:
¿Hay que sacarse las estructuras de encima?