No pude retener,

se escapaba entre mis dedos como azúcar

el instante en el que decidimos saltar

a algún río metafísico cortazariano

sin vislumbrar 

ningún tipo de líquido en el fondo.

 

Me dejé llevar por tus ojos inocentes,

te dejé llevar por promesas de presentes

y ahora estoy despojada de cualquier tipo de paz y valentía.

El camino del héroe no cabe en esta edición de mi tragedia:

Penélope,

hacé tu vida. 

 

Armaste tus frases cual cristales,

le hablaste a mis ojos con detalle,

escribí versos en tu espalda

y me bajaste una rosa de la catedral. 

 

Y yo, que no doy la talla

para ese largo y odiseico extravío,

para arrasar el alcázar troyano,

soy pequeña para ciudades de innúmeras gentes y númeras calles

y no sé cómo luchar por mí misma entre rutas marinas, 

 

guardo conmigo ese plan 

de pasear por Buenos Aires

si alguna otra vida nos ubica más cerca.

 

Avisale a Penélope

que esa no es tu vida

mientras comunico a Odiseo

que mías no son sus andanzas.