Nunca estuve segura de si mi mundo era demasiado pequeño, o el, de alguna manera, parecía increíblemente grande para cruzarse siempre en mi camino.

Todos los caminos podrían haber conducido a Roma alguna vez, pero en mi vida y experiencia todos condujeron hacia él; porque no importaba que elección tomará o en qué aspecto de mi vida había tratado de apoyarme, sus ojos de alguna manera siempre se cruzaron en mi vida y procedieron a derribarme. No importaba lo que hiciera o dejara de hacer. Siempre era el. Y cada vez que me marchaba terminaba volviendo a sus brazos desde un ángulo diferente.